CONDICIONES PARA SEGUIR A JESÚS (16,24-28; MC 8,34-9,1; LC 9,23-27)
24 Entonces dijo Jesús a sus discípulos: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame.
25 Porque quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la encontrará.
26 Pues ¿de qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si arruina su vida? O ¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida?
27 Porque el Hijo del hombre ha de venir en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según su conducta.
28 Yo os aseguro: entre los aquí presentes hay algunos que no gustarán la muerte hasta que vean al Hijo del hombre venir en su Reino”.
Estas cinco palabras son dirigidas a los discípulos. Las tres primeras expresan el precio del discipulado. 25 Porque quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la encontrará.
26 Pues ¿de qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si arruina su vida? O ¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida?
27 Porque el Hijo del hombre ha de venir en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según su conducta.
28 Yo os aseguro: entre los aquí presentes hay algunos que no gustarán la muerte hasta que vean al Hijo del hombre venir en su Reino”.
1. Querer ir en pos de Jesús lleva consigo tres exigencias: negarse a sí mismo –es decir, dejar a un lado todo aquello que se oponga a la voluntad de Dios–, tomar la propia cruz –es decir, aceptar el sufrimiento que acompaña el ir en pos de Jesús– y, finalmente, seguirle.
2. En forma de paradoja, las palabras de los vv. 25-26 presentan los dos posibles resultados escatológicos de la propia vida: la presente y la futura. No se trata de perder la vida nada más por perderla, sino de darla por Jesús, pues es así como verdaderamente se encontrará.
3. La auténtica felicidad del hombre no consiste en adquirir todas las riquezas de la tierra, sino en salvar definitivamente la propia vida. En el fondo está el precepto del amor: “Amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas” (Dt 6,4).
4. En estilo apocalíptico, el v. 27 anuncia la venida definitiva del Reino de Dios en el juicio final, en el cual Jesús, el Hijo del hombre, rodeado con la gloria de su Padre y con sus ángeles, jugará el papel de rey y juez escatológico. La doctrina de la retribución individual, de acuerdo a las obras buenas, se encuentra claramente expuesta ya desde el AT (Ez 18; Dn 12,2-3; Prov 24,12; Eclo 11,26; 16,12-14).
5. La venida del Hijo del hombre en su reino, en el v. 28, puede referirse o a la transfiguración (17,1-9), o al triunfo de su resurrección, o al establecimiento del reinado de Cristo después de la destrucción de Jerusalén (24,1).
Oración
¡Cristo Jesús, Señor nuestro!:La misión que el Padre te ha confiado es muy dolorosa: serás rechazado, entregado, condenado y crucificado por los judíos y por los gentiles.
Por nuestra parte, queremos ir en pos de ti; enséñanos a negarnos a nosotros mismos, a tomar nuestra cruz de cada día con amor y con alegría de espíritu.
Deseamos asemejarnos a ti y colaborar contigo en la salvación del mundo mediante nuestra entrega hasta la cruz.