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LIBRO:

MATEO 1,18-25: CONCEPCIÓN VIRGINAL DE JESÚS Y MISIÓN DE JOSÉ



ESTUDIO BIBLICO
MATEO 1,18-25
CONCEPCIÓN VIRGINAL DE JESÚS Y MISIÓN DE JOSÉ

El segundo relato sobre la infancia de Jesús se liga íntimamente al primero (1,1.18a) Éste dejaba en suspenso sobre el modo como había sido engendrado Jesús, y ahora se responde a este cómo. Y no sólo esto, sino que además se pone de manifiesto la misión que José desempeñará respecto de María y de su hijo, aun cuando él no haya tenido parte activa en la concepción de Jesús.

El relato puede dividirse de la siguiente manera:

Introducción: v. 18a.
1. Concepción virginal de Jesús: v. 18b.
2. Misión de José: vv. 19-21.
3. Anuncio profético: vv. 22-23.
4. Misión cumplida: vv. 24-25.

Introducción

18a El origen de Jesús Mesías fue así.
Esta breve frase es un eslabón que une estrechamente el primer relato con el siguiente, y hace ver que éste, aunque se ocupe de María y de José, es ante todo un relato “cristológico”. El protagonista es Jesús, que va a ser presentado como un fruto concebido por el poder del Espíritu de Dios, como el Mesías davídico, como el Salvador de los pecados del pueblo, como el Dios con nosotros.

1. Concepción virginal de Jesús (v. 18b)

18b Desposada su madre María con José, antes de que convivieran, se encontró encinta por el Espíritu Santo.
Entre los judíos, el matrimonio comprendía dos actos: los desposorios y las nupcias, entre los cuales podía transcurrir un lapso de tiempo. El primer acto era un verdadero contrato legal, en virtud del cual la novia era llamada “esposa”; una infidelidad era calificada de “adulterio” y, si el esposo moría, era considerada como “viuda”. El segundo acto, las nupcias, consistían en la entrada solemne de la novia en la casa del esposo. Era la consagración definitiva del matrimonio.

El evangelista señala que José y María todavía no “convivían” (literalmente “antes de ir juntos”). La expresión indica que María todavía no pasaba a la casa de José, y, dado el contexto, puede significar que aún no tenían relaciones conyugales.

“Se encontró encinta por el Espíritu Santo”
El verbo pasivo “se encontró” manifiesta el carácter insólito e inesperado de la concepción. Es una nota de admiración y de sorpresa, y Mateo revela de golpe el misterio: María había concebido no de varón alguno, sino por la virtud del Espíritu Santo.

En unas cuantas palabras afirma Mateo claramente la concepción virginal de Jesús. María no concibió por obra de varón, sino que su concepción fue por una acción soberana de Dios, por el poder de Dios, por la Fuerza de Dios, por la Virtud divina.

La concepción de Jesús aparece como un nuevo acto creador divino, que une al Mesías con Dios de manera única. Implícitamente se insinúa que Jesús, no teniendo padre humano, tiene como Padre al mismo Dios y es hijo de Dios. El signo externo de esa filiación divina es justamente el haber sido concebido virginalmente.

En el tiempo en que el evangelista escribe, la expresión “Espíritu Santo” ha adquirido todo su sentido y un lector cristiano puede descubrir en ella al Espíritu Santo enviado por el Padre y por Jesús sobre la Iglesia (cf. Mt 28,19).

Algunos autores han querido interpretar la concepción virginal de Jesús como “un torpe mito” que no quiere afirmar propiamente una verdadera concepción virginal, sino enseñar la divinidad de Jesús Mesías. Por lo tanto, hay que admitir que Jesús es el Hijo de Dios que se hizo hombre, pero que vino al mundo mediante el concurso legítimo y santo de José y de María.

¿Qué pensar de esto? El texto evangélico no sufre esta interpretación. En primer lugar, la afirmación de la concepción virginal es categórica y tiene su paralelo independiente en Lc 1,26-38. Además, si la concepción de Jesús Mesías hubiera sido en la forma ordinaria como viene todo hombre al mundo, ni Mateo ni Lucas hubieran tenido necesidad de recurrir a un “mito virginal” (ni de origen bíblico, y menos aún de origen pagano), dado que la institución matrimonial siempre fue considerada en Israel como santa y divina, según aparece ya desde las primeras páginas de Gn 1–2.

Si Mateo y Lucas presentan la concepción de Jesús como una concepción virginal es porque así fue y porque, al haber sido así, quisieron presentar el hecho con la profundidad teológica inherente. Así pues, Mt 1,18-25 no es un simple relato mitológico, sino una enseñanza teológica; no es un documental, sino una profunda catequesis expresada con el lenguaje que la Biblia emplea cuando quiere enseñar realidades divinas, misterios del plan salvífico de Dios, que superan el nivel de las cosas naturales y el alcance de la inteligencia humana.

2. Misión de José (vv. 19-21)

19 Pero José, su marido, como era justo y no quería denunciarla, resolvió repudiarla en secreto.
La afirmación de que José era un hombre “justo” es el punto de partida para la comprensión de este importante texto. Hay una interrelación entre esta cualidad de José, su decisión de despedir a María y el conocimiento de la concepción virginal.

Hay dos líneas principales de interpretación.

1. Unos comentadores piensan que José conoció que María, su esposa, iba a tener un hijo por las manifestaciones naturales de la maternidad.

2. Otros intérpretes prefieren juzgar que José, antes del anuncio del ángel, estaba ya enterado de la concepción virginal de María.

– Para los primeros, José era un hombre “justo” no sólo porque era fiel a la Ley, sino más todavía porque en su buen corazón superaba las exigencias de la Ley.

Para un espíritu imbuido de cultura bíblica, un hombre “justo” es un hombre virtuoso (Gn 6,9); y para los contemporáneos del evangelista, el “justo” no es el vengador sin piedad, sino el hombre que, teniendo respeto a su prójimo y sentido humano, se entrega al bien de todos, particularmente de los humildes (cf. Sab 12,19; Sal 37,21). En esta línea se debe comprender el concepto de justicia en el primer evangelio (Mt 5,6.10.20; 6,1.33).

El epíteto “justo” dado a José evoca el equilibrio de juicio de este santo varón y la deliberación que precedió a su decisión. José, ante el hecho de que su esposa había concebido sin su concurso, delibera y adopta la mejor solución: la de la discreción y la misericordia.

Queriendo, pues, salvaguardar la reputación de su esposa, sin saber el origen de su concepción, José rehúsa denunciarla, pero forma el proyecto de separarse de ella secretamente. Se trata de una decisión de clemencia que revela no sólo sabiduría y dominio personal, sino benevolencia insigne, misericordia generosa y magnanimidad. La justicia de José consiste en fidelidad a la Ley, pero envuelta en piedad humilde y activa que culmina en un gesto concreto de misericordia.

José quiere repudiar a María porque no comprende cómo su esposa va a ser madre, pero el mensaje del ángel es justamente lo que le hará cambiar de decisión y recibir a María.

– Para los segundos, la “justicia” de José consistió en que, conociendo ya de una u otra forma el origen divino de la concepción de María, se sintió indigno de ser esposo de tan excelente mujer. José dedujo que María, por su consentimiento voluntario, se había convertido en propiedad exclusiva de Dios, y por eso tomó la decisión de dejarla. En esto estaba cuando recibe la invitación del ángel para que acepte a su esposa.

20 Y mientras pensaba en ello, he aquí que el ángel del Señor se le apareció en el sueño diciendo:
“José, hijo de David, no temas tomar contigo a María, tu esposa, porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo;
21 ella dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, pues él salvará a su pueblo de sus pecados”.
Estos dos versículos no intentan descubrir posibles problemas entre María y José, sino que quieren ofrecernos:

– la revelación a José de la concepción virginal de María,

– y la misión que él mismo tendrá respecto del niño que va a nacer.

En el relato, después de Jesús, el protagonista es José. El ángel aludirá a la concepción virginal, pero su mensaje principal está en invitar a José a que acepte esa situación querida por Dios, porque en ella él, José, tiene una misión particular que cumplir: aceptando actuar como el padre de Jesús, le podrá heredar sus derechos davídicos; así, Jesús podrá ser “hijo de David” e “hijo de Abrahán”.

“El ángel del Señor se le apareció en el sueño”
Ante todo, hay que colocar este anuncio del ángel a José en la línea de las “anunciaciones”, género literario característicamente bíblico. Son dos los elementos: el ángel del Señor y su comunicación durante el sueño. Este mismo procedimiento se repetirá cuatro veces: 2,12.13.19.22.

El ángel del Señor evoca las comunicaciones de Dios en el Antiguo Testamento, principalmente de los tiempos antiguos (Gn 16,7; 21,17; 22,11; 31,11 [en sueño]; Éx 3,2; 2,1). “Si el ángel aparece en un sueño, mientras José duerme, es para poner de relieve que el hombre tiene que escuchar pasivamente las instrucciones que le son dadas y, una vez despierto, aplicarse inmediatamente a ejecutarlas”.

“José, hijo de David”
José es llamado con cierto énfasis “hijo de David”. Este título no quiere subrayar un carácter mesiánico en José, sino explicitar su pertenencia a la casa de David. Siendo así, el niño a quien va a reconocer legalmente como hijo podrá ser contado entre los descendientes davídicos.

“No temas tomar contigo a María, tu esposa...”
El ángel hace a José la revelación de la milagrosa concepción en el seno de María, gracias a la Fuerza del Espíritu de Dios, y le invita a que “reciba en su casa” a su esposa. Recibir a María, que va a ser madre, es recibir al niño que viene en sus entrañas, y aceptar al niño es reconocerlo como hijo. El ángel invita a José de parte de Dios a que acepte ser el padre de Jesús. Es la primera parte de la misión que Dios le quiere confiar.

“Y tú le pondrás por nombre Jesús”
El v. 21 es importante. Aunque María va a dar a luz, es sin embargo José quien debe imponer el nombre, como en el caso de Sara y de Abrahán: “Sara te dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Isaac” (Gn 17,19).

Pero, en la mentalidad bíblica, poner “el nombre” significa tomar posesión de la persona nombrada (Gn 2,19; 2 Re 24,17); más aún, es fijarle de antemano su misión (Gn 2,20; 17,5.15s; Jn 1,42). Pues bien, José, al dar nombre al niño, tomará posesión de él y, al llamarlo “Jesús”, lo destinará desde ese momento a su misión salvadora. Es lo que explican las palabras del ángel: “Él salvará a su pueblo de sus pecados”. Jesús, en hebreo Yeshúa, significa “Yahveh salva”.

El evangelio de Mateo, desde el primer momento, sitúa el mesianismo de Jesús en una línea esencialmente religiosa. Su misión será espiritual. Jesús pertenece a Israel, éste es “su pueblo”, y él lo salvará de sus pecados. Un mesianismo político y nacionalista está fuera de los horizontes de este texto fundamental.

3. Cumplimiento del anuncio profético (vv. 22-23)

22 Todo esto ha sucedido para que se cumpla lo dicho por el Señor a través del profeta que dice:
23 “¡He aquí que la Virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel!, que quiere decir: ‘Con-nosotros-Dios’”.
Todo este misterio lo encuentra Mateo anunciado en una palabra que Dios mismo había dicho, a través del profeta Isaías 7,14. La idea del evangelista no es precisamente que los hechos deban realizarse tal y como “fue escrito”, sino que los acontecimientos actuales cumplen y llevan a plenitud las palabras que Dios, gobernador de la historia entera, había hecho escribir en otro tiempo.

Entre la Antigua y la Nueva Economía de salvación hay una armonía perfecta. El texto de Isaías encerraba un sentido de plenitud que el Nuevo Testamento ha descubierto. Mateo acude al oráculo isaiano con el fin de comentar autorizadamente los acontecimientos nuevos, y no para ver en él la fuente de los mismos. En otros términos, esto sucedió no porque estaba escrito, sino que, al suceder así, este acontecimiento realiza lo que ya estaba anunciado oscuramente en la Escritura.

Respecto al oráculo de Isaías, pueden considerarse tres estadios o momentos: el texto hebreo, la traducción griega llamada de los Setenta y el texto de Mateo.

Texto hebreo:

“He aquí que la doncella está preñada y da a luz un hijo y llama su nombre Immanu-El”.
Texto griego de los Setenta:

“He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Emmanuel”.
Texto de Mateo:

“He aquí que la Virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que quiere decir: ‘Con-nosotros-Dios’”.
En su primer estadio, el texto profético hebreo no presenta a la doncella necesariamente como una virgen, y es ella misma quien le pone nombre a su hijo.

La versión griega presenta a la doncella claramente como una “virgen” y pone los verbos en futuro: “concebirá y dará a luz”, proyectando el vaticinio hacia el porvenir. En cuanto al verbo “llamarás”, en segunda persona, el contexto sugiere que es el padre quien dará el nombre al niño.

Mateo, por su parte, sigue a los Setenta en la presentación de la doncella como “la virgen” y en el uso de dos futuros: “concebirá y dará a luz”; en cuanto al verbo “pondrán” emplea una forma vaga e impersonal en tercera persona plural, dando así cabida a José para que pueda él ponerle el nombre a Jesús.

Mateo tiene cuidado de dar la significación de “Immanuel”, nombre teofórico “Con-nosotros-Dios”, expresando con ello que “en Jesús y con Jesús” estará Dios presente en medio de su pueblo, con una presencia activa y salvadora. No hay que separar los nombres de Emmanuel y de Jesús, porque Jesús es a la vez “Dios que salva” y “Dios que está siempre con nosotros”.

Al citar este texto bíblico, el evangelista tiene otro objetivo bien preciso, a saber: mediante la alusión a este oráculo profético isaiano, que en su sentido literal es directamente mesiánico, Mateo está presentando a Jesús como “el Mesías” y, consiguientemente, a María como la madre del Ungido del Señor.

4. Misión cumplida (vv. 24-25)

24 Y José, habiéndose levantado del sueño, hizo como le había ordenado el ángel del Señor y tomó a su esposa. 25 Y no la conocía hasta que dio a luz un hijo, y le puso por nombre Jesús.
José, dócil al mandato divino, obedece prontamente y sin discusión y recibe en su casa a María, su esposa. Con esta frase sencilla, el evangelista proclama la aceptación plena y la sumisión total de José a los planes de Dios. Es el “fiat” de José.

El v. 25a dice literalmente: “Y no la conocía hasta que dio a luz un hijo”. El verbo “conocer” puede significar en el lenguaje bíblico las relaciones matrimoniales (cf. Gn 4,1.17). La frase afirma de nuevo la virginidad de María, anterior al nacimiento de Jesús. Si no habla expresamente de una virginidad subsiguiente, tampoco la niega. El resto del evangelio supone la virginidad perpetua de María, y ésta es enseñada por la Tradición de la Iglesia.

Mateo cierra el relato con un dato importante: “Y le puso por nombre Jesús”. José ha aceptado plenamente la misión que Dios le quería encomendar. Recibió a María, su esposa, y con ella aceptó ser padre del niño concebido por la virtud del Espíritu Santo. Y, obediente a la indicación del ángel, destinó desde el primer instante a su misión salvadora al pequeñito recién nacido, al darle el nombre de “Jesús”.

La figura de José, humilde y obediente, lleno de fe y abierto a la manifestación de las voluntades divinas, aparece en toda su grandeza espiritual. Si Jesús es el auténtico Hijo de las promesas, el verdadero Isaac espiritual, José ocupa por lo mismo el lugar del patriarca Abrahán: él es un nuevo Abrahán (cf. Jn 8,56). Y si Jesús es el Hijo de Dios, José hace para él las veces de su Padre de los Cielos.