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LIBRO:

Mateo 2,13-15. HUIDA A EGIPTO



ESTUDIO BÍBLICO
Mateo 2,13-15
HUIDA A EGIPTO


Huida a Egipto

I. Crítica literaria

La crítica interna ha demostrado que en el conjunto Mt 1–2 hay dos tradiciones que, actualmente combinadas, existieron separadas en un primer estadio de su formación literaria.

– La primera tradición presenta un tríptico armonioso formado por:

- el anuncio a José: 1,18-25;

- la huida a Egipto: 2,1a.13b-15;

- el regreso a Nazaret: 2,19-23.
Los tres cuadros son relatos estilizados, calcados sobre un mismo modelo literario que consta de cuatro elementos:

a) la descripción de la situación: 1,18-19; 2,13a; 2,19a;

b) el ángel del Señor, que se aparece en sueños: 1,20-21; 2,13b; 2,19b-20.

c) una cita bíblica, que ilustra el hecho: 1,23; 2,15b; 2,23b; d) la realización o ejecución del mensaje: 1,24-25; 2,14-15a; 2,21-23a.
Este tríptico iba precedido por una introducción solemne: la “genealogía” de Jesús (1,1-17). El mensaje teológico de este conjunto es mostrar que Jesús de Nazaret (2,23) es el Mesías, hijo de David (1,17; 2,1), es el Salvador del pueblo (1,23), es el Hijo de Dios (1,20; 2,15).

– La segunda tradición contiene el relato de los Magos con una nota sobre la muerte de los inocentes: 2,1b-12.16-18.

En efecto, 2,12 liga perfectamente con 2,16, y el v. 7 sintoniza con el v. 16 en su interés por la precisión del tiempo de la estrella.

Sobre la historicidad de lo narrado en Mt 2,13-23, Bonnard comenta: “Los hechos contados en estos versículos nada tienen de inverosímiles; las huidas a Egipto de familias judías sospechosas, las violencias de Herodes y, sobre todo, la instalación en Galilea para escapar del terror que caracteriza a los nueve años del etnarcado de Arquelao, hijo de Herodes y de Maltaces, todo esto corresponde a lo que sabemos de ese triste tiempo; se sabe que Galilea no fue confiada a Arquelao, quien no había recibido más que Judea...”.

II. “De Egipto llamé a mi hijo” (2,1a.13b-15)

Habiendo nacido Jesús en Belén de Judea, en los días del rey Herodes...
13b he aquí que el ángel del Señor se aparece en sueños a José, diciendo:
“¡Levántate, toma al niño y a su madre, y huye a Egipto y estáte allí hasta que yo te diga, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo!”.
14 Y, levantándose, tomó al niño y a su madre, de noche, y partió para Egipto,
15 y estuvo allí hasta la muerte de Herodes.
Para que se cumpliera lo dicho por el Señor a través del profeta que dice:
“De Egipto llamé a mi hijo”.
Por segunda vez, el ángel del Señor se aparece en sueños a José (cf. 1,20). En el AT, el sueño se presenta como un momento muy propicio para revelaciones directas de Dios: Jacob en Betel vio en sueños la escala (Gn 28,12); el ángel de Dios se le comunica en sueños estando en casa de Labán (Gn 31,11), y en sueños Dios le invita a bajar a Egipto (Gn 46,2-3). Un caso muy particular es José, el hijo de Jacob, cuyos sueños son anuncios anticipados y no apariciones divinas (Gn 37,5.9; 40,8; 41,1). Mateo quiere discretamente presentar a José, esposo de María, como un nuevo patriarca.

La comunicación divina durante el sueño significa que, en esos momentos, el hombre es más sensible para recibir y acatar lo que Dios quiere comunicarle; acepta en sueños el mandato divino, pero, una vez despierto, debe llevarlo a cabo con toda responsabilidad personal.

“Toma al niño y a su madre”

La palabra del ángel supone de nuevo la concepción virginal de Jesús. En estos episodios, el ángel mencionará cuatro veces “al niño y a su madre”, subrayando el posesivo “su” madre (cf. v. 13-14.20-21).

“Huye a Egipto”

Egipto había sido siempre refugio para los perseguidos de Israel: por ejemplo, en tiempos de Jeroboam (2 Re 11,40–12,1), de Jeremías (Jr 42-43), de los macabeos... José, pues, obedeciendo de inmediato el mandato angélico, tomó al niño y a su madre, de noche, y huyó a Egipto, y permaneció allí hasta la muerte de Herodes.

La expresión “de noche” responde a la costumbre de viajar durante la noche para evitar el sol abrasador del día, pero sobre todo quiere poner de relieve la prontitud de José en obedecer la orden divina. Todo se lleva a cabo en medio de una atmósfera normal, sin nada trágico ni espectacular.

El término “Egipto” aparece cuatro veces en estos episodios: 2,13.14.15.19. Para un judío, el vocablo “Egipto” es fuertemente evocador: suscita en su mente un mundo de recuerdos. No designa únicamente un lugar geográfico, sino que es un nombre con un denso valor religioso. Abrahán descendió a Egipto (Gn 12,10) y, después de él, Jacob (46,2-5). Allí, con el correr de los siglos, la familia se multiplicó prodigiosamente y llegó a ser “una gran nación” (Gn 46,3; Éx 1,8). Egipto fue después la tierra de la esclavitud, pero, con la ayuda de Dios y bajo la dirección de Moisés, los israelitas salieron de allí para convertirse en el pueblo de Yahveh.

“Para que se cumpliera lo dicho por el Señor a través del profeta que dice: ‘De Egipto llamé a mi hijo’”

La huida a Egipto y la estancia de Jesús, María y José en ese país forman parte –en la mente del evangelista– del misterioso plan de Dios. La persecución de Herodes, la huida a Egipto y la estancia allí no son sino requisitos previos para que Jesús se encuentre en Egipto y, así, Dios pueda llamarlo de allí. El evangelista ve, gracias a una palabra del profeta Oseas, que el antiguo pueblo de Israel en Egipto, en su realidad histórica, fue un anuncio, un tipo, de lo que sucedería en el futuro con Jesús.

Mateo cita a Oseas no según la versión griega, que habla de “hijos” (en plural), sino según el texto hebreo, que presenta el singular “mi hijo”. Esto significa que el evangelista considera ese texto como mesiánico-cristológico y lo relaciona con Jesús, Hijo de Dios.

Versión griega:

“Siendo Israel un niño, yo lo amé, y de Egipto llamé a sus hijos (Os 11,1).
Texto hebreo:

“Cuando Israel era niño, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo” (Os 11,1).
Pero las consecuencias teológicas van más allá. Lo más importante, según el texto citado, no es que Jesús haya bajado a Egipto, sino que Dios “de Egipto llame a su Hijo”, para que así como los israelitas, “hijo primogénito” de Yahveh (Éx 2,22-23; Os 11,1), y particularmente su jefe, Moisés, salieron de Egipto para formar el pueblo de Yahveh (Éx 19,5-6), así Jesús, el Hijo de Dios, salga también de Egipto hacia la Tierra Prometida para formar como nuevo Legislador, como un segundo Moisés, el “nuevo pueblo de Dios”.

Algunos autores traducen el verbo “llamar” en el sentido fuerte de “proclamar”: “Y desde Egipto lo he proclamado hijo mío” (Bartina). El sentido que brota de esta versión es el siguiente: Israel en Egipto fue proclamado por Yahveh como su “primogénito”, su “hijo”. Pues bien, esa proclamación no era sino el anuncio divino de la proclamación de Jesús de Nazaret como “el Hijo de Dios”, pues Jesús supera a Israel en duración y en honor, ya que existe desde antes de que Israel existiera y alcanzará una glorificación suprema al fin de los tiempos.