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LIBRO:

MATEO 2,16-18
MUERTE DE LOS NIÑOS DE BELÉN



ESTUDIO BÍBLICO
MATEO 2,16-18
MUERTE DE LOS NIÑOS DE BELÉN

El episodio de la muerte de los inocentes de Belén seguía probablemente, en un primer estadio de la tradición evangélica, a la visita de los Magos: 2,1b-12.16-18.

16 Entonces Herodes, viendo que había sido burlado por los Magos, se enfureció terriblemente y envió a matar a todos los niños que había en Belén y en todos sus contornos, de dos años para abajo, según el tiempo que había averiguado de los Magos.
17 Entonces se cumplió lo dicho a través del profeta Jeremías, que dice:
18 “Una voz se escuchó en Ramá: llanto y lamento grande. Raquel está llorando a sus hijos y no quiere consolarse, porque no existen ya”.
El relato presenta una gran sobriedad de estilo: un hecho y su comentario teológico-bíblico.

El acontecimiento

El hecho de la matanza de los inocentes es perfectamente verosímil. Por una parte, se conoce la crueldad de Herodes y la magnitud de sus muchos asesinatos. El retrato que Josefo pinta de Herodes en sus últimos años muestra que un crimen tal como lo narra Mateo pudo muy bien haber sucedido.

Por otra parte, el número de víctimas –grande si se considera el valor de la vida humana– no fue exagerado: los historiadores calculan que, siendo Belén una aldea de unos mil habitantes, las víctimas pudieron ser entre quince y veinte.

Además, el caso no es único. Suetonio cuenta que, en tiempos de Nerón, habiendo aparecido un cometa, el emperador ordenó dar muerte a los hijos de la aristocracia romana, “porque es la costumbre de los reyes conjurar tales prodigios mediante algunas muertes, con el fin de hacer caer el destino sobre la cabeza de sus súbditos”.

Comentario teológico-bíblico

El evangelista, según su procedimiento, ilustra la matanza de los niños con un texto profético, integrando así el hecho en la historia de salvación. En este caso, la referencia es a Jeremías 31,15.

El uso de la Escritura hecho aquí por Mateo es muy libre. Jeremías en su elegía alude a Raquel, madre de José y de Benjamín, que llora a sus hijos (Efraím, Manasés y Benjamín), deportados por los asirios. Su tumba estaba en Ramá de Benjamín, actualmente er-Ram, pueblecito situado a unos 9 kilómetros al norte de Jerusalén, no lejos de Efratá, en los confines de Benjamín (cf. Gn 35,19; Jos 18,25; 1 Sm 10,2).

Belén poseía asimismo un clan de efrateos, por lo que también fue denominada Efratá (Miq 5,1). De ahí que la tradición haya querido situar el sepulcro de Raquel en las cercanías de Belén (cf. Gn 35,19). Mateo combina el texto de Jeremías con la tradición que colocaba la tumba de Raquel en el camino de Belén y pinta a la madre llorando a causa de los niños muertos por mandato de Herodes.