LA BIBLIA ONLINE

LIBRO:

Mt. 8,18-22. Exigencias de la vocación apostólica



Exigencias de la vocación apostólica (8,18-22; cf. Lc 9,57-62)

18 Viéndose Jesús rodeado de la muchedumbre, mandó pasar a la otra orilla.

19 Y un escriba se acercó y le dijo: “Maestro, te seguiré adondequiera que vayas”.

20 Dícele Jesús: “Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza”.

Jesús pasa a la orilla oriental del lago Tiberíades. Un escriba, conocedor de las Escrituras, se dirige a Jesús, reconociéndole calidad y autoridad de Maestro, rabbí, y le dice: “Te seguiré adondequiera que vayas”, esto es, quiere ser su discípulo. Jesús le responde en forma metafórica, manifestándole las exigencias de la vocación y diciéndole que, si quiere ser su discípulo, correrá el riesgo de una vida dura, inestable e itinerante, como la que él lleva. Es la primera vez que en el evangelio de Mateo aparece la expresión “Hijo del hombre”, que será utilizada 31 veces. Siempre aparece en labios de Jesús, lo que puede ser un signo de que él se daba a sí mismo ese título. Jesús la emplea aquí para expresar el carácter humilde y modesto de su mesianismo.

“Este título, que sólo aparece en los evangelios, Jesús se lo dio ciertamente a sí mismo y con predilección, ya para describir sus humillaciones, sobre todo las de la pasión, ya para anunciar su triunfo escatológico de resurrección, de venida gloriosa y de juicio. Porque este título de sabor arameo, que primitivamente significa ‘hombre’, atraía la atención, por su forma peculiar, sobre la humildad de su condición humana; pero al mismo tiempo, aplicado por Dn 7,13 y después de él por la apocalíptica judía (Henoc) al personaje trascendente, de origen celeste, que recibiría de Dios el Reino escatológico, sugería de forma misteriosa pero suficientemente clara el verdadero carácter de su mesianismo. La declaración explícita ante el Sanedrín debía disipar, por lo demás, cualquier equívoco” (Biblia de Jerusalén).

21 Otro de los discípulos le dijo: “Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre”.

22 Dícele Jesús: “Sígueme y deja que los muertos entierren a sus muertos”.

Este breve pasaje, que subraya fuerte e hiperbólicamente las exigencias del seguir a Jesús y pide negaciones a derechos legítimos, quiere poner de relieve el carisma y la radicalidad del seguimiento.

Jesús utiliza en dos sentidos la palabra “muertos”. El primero significa a los muertos “espiritualmente” y el segundo a los “físicamente” muertos. Jesús es la vida. Quienes le siguen “viven” la verdadera vida; quienes no le siguen son considerados como “muertos”. ¡Que éstos entierren a sus muertos! Es una palabra “dura” de Jesús.

Hay que recordar que eran tres las grandes obras de misericordia: los pobres, los afligidos y los muertos. El rito de sepultura revestía una importancia tan singular que sólo los impíos quedaban sin honras funebres. Pues bien, si se quiere seguir a Jesús y ser su discípulo hay que dejarlo todo. Primero está él y la proclamación del Reino. Por otra parte, el concepto y la noción del discipulado no se encierra sólo en esta única palabra, sino que brota del conjunto del Evangelio.