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LIBRO:

Mt. 8,14-17. OTRAS CURACIONES



OTRAS CURACIONES (8,14-17)

CURACIÓN DE LA SUEGRA DE PEDRO (8,14-15; MC 1,29-31; LC 4,38-39)

14 Al llegar Jesús a casa de Pedro, vio a la suegra de éste en cama, con fiebre.

15 Le tocó la mano y la fiebre la dejó, y se levantó y se puso a servirle.

La casa de Simón se encontraba muy cerca de la sinagoga de Cafarnaún. Actualmente se pueden ver los vestigios arqueológicos de esa modesta casa de pueblo.

La curación de la suegra de Pedro es uno de los milagros más sencillos del evangelio. Se trata de una fiebre común y corriente. El evangelista no menciona a ningún asistente, y sólo aparecen Jesús y la enferma. Jesús la ve: está echada en la cama, con fiebre. Nadie le pide nada. Él toma la iniciativa. Toca la mano de la enferma y, con sólo su contacto físico, la fiebre desaparece. Jesús obra con independencia absoluta y con señorío total. Ella sola se levantó, como liberada de una parálisis (Mt 9,2), y “se puso a servirle” a Jesús solo.

Este milagro es una manifestación clara, sin ostentación alguna, de la misión de Jesús: él ha venido a sanar a los enfermos, a devolverles sus capacidades, sean quienes sean, varones o mujeres, y a suprimir toda clase de males, aunque sean los más ordinarios y comunes. La fiebre, síntoma de enfermedad, era considerada una maldición, efecto de la infidelidad a Dios (Lv 26,16). Se puede ver también en la sanación de la suegra de Pedro un tributo a la amistad.

Numerosas curaciones (8,16-17)

16 Al atardecer, le trajeron muchos endemoniados; él expulsó a los espíritus con una palabra y curó a todos los enfermos,

17 para que se cumpliera lo dicho por el profeta Isaías: “Él tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades”.

Jesús aparece en la plenitud de su poder: tiene autoridad sobre los espíritus malos y sobre toda enfermedad. Para Mateo, en esta actividad liberadora se cumple una palabra del profeta Isaías. “Para Isaías, el Siervo ‘toma’ sobre sí nuestros dolores por su propio sufrimiento expiador. Mateo considera que Jesús los ‘toma’ quitándolos con sus curaciones milagrosas. Esta interpretación, en apariencia forzada, contiene en realidad una profunda verdad teológica: si Jesús, el Siervo, puede aliviar a los hombres de sus males corporales, que son la consecuencia y la pena del pecado, es porque ha venido a tomar sobre sí la expiación de los pecados”.