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LIBRO:

Mt 8,28-34. LOS ENDEMONIADOS GADARENOS.



LOS ENDEMONIADOS GADARENOS (8,28-34; MC 5,1-20; LC 8,26-39)

28 Al llegar a la otra orilla, a la región de los gadarenos, vinieron a su encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros, y tan furiosos que nadie era capaz de pasar por aquel camino.

29 Y se pusieron a gritar: “¿Qué tenemos nosotros contigo, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo?”.

30 Había allí a cierta distancia una gran piara de puercos paciendo.

31 Y le suplicaban los demonios: “Si nos echas, mándanos a la piara de puercos”.

32 Él les dijo: “Id”. Saliendo ellos, se fueron a los puercos y, de pronto, toda la piara se arrojó al mar precipicio abajo y perecieron en las aguas.

33 Los porqueros huyeron y, al llegar a la ciudad, lo contaron todo y también lo de los endemoniados.

34 Y he aquí que toda la ciudad salió al encuentro de Jesús y, viéndole, le rogaron que se retirase de su territorio.

La historia literaria de este relato es muy compleja. Marcos le consagra veinte versículos, enriquecidos con numerosos detalles; Lucas, catorce; Mateo, solamente siete. Muy probablemente ya en Marcos se habían fusionado dos relatos diferentes: un exorcismo y el episodio de los puercos.

Jesús está en la zona oriental del lago, en el territorio de la Decápolis, un país de paganos. Gadara se encuentra a unos 9 kilómetros del lago. Partiendo de una tradición del siglo III, actualmente se señala la localidad de Kursi, en la ribera oriental del mar de Galilea, como el lugar del milagro descrito por el evangelista.

Este enigmático pasaje evangélico ha sido estudiado desde diferentes ángulos y utilizando variados métodos de interpretación: el análisis histórico-crítico; la lectura estructuralista, sociológica y antropológica; la hermenéutica psicoanalítica y la psicología profunda. Conscientes de la importancia de estos problemas literarios, es lícito, sin embargo, tratar de recoger, en una lectura sincrónica, el mensaje que el último redactor quiso comunicar en este sorprendente milagro de Jesús, que pone de manifiesto, la decisiva y escatológica confrontación entre Satanás, opresor del hombre, y Jesús, el salvador y liberador universal de la humanidad.

a) Los endemoniados (vv. 28-29)

Se trata de dos endemoniados que vivían en los sepulcros, moradas de los muertos, y eran tan furiosos que nadie se atrevía a pasar por aquel camino. Ellos, tomando la iniciativa, vinieron al encuentro de Jesús y se pusieron a gritar: “¿Qué tenemos nosotros contigo, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo?”. El demonio confiesa que Jesús es el Hijo de Dios (Mt 3,17; 4,3), un título mesiánico, y presiente que la misión de Jesús trae la victoria definitiva sobre él.

“Antes de tiempo”. Mientras llega el día del Juicio, los demonios gozan de cierta libertad para sus crueldades en la tierra (Ap 9,5), cosa que realizan con preferencia posesionándose de los hombres. Esta posesión va acompañada con frecuencia de una enfermedad, ya que ésta es, como consecuencia del pecado, otra manifestación del dominio de Satanás. Por eso los exorcismos del evangelio, que a veces aparecen con todo realismo, se hacen a menudo a manera de curación.

Con su poder sobre los demonios, Jesús destruye el imperio de Satán e inaugura el Reino mesiánico, del que es promesa característica el Espíritu Santo”.

b) El episodio de los puercos (vv. 30-33)

Los demonios no quieren irse de la región, que consideran hasta ese momento como su propio ambiente y su propio territorio, pero reconocen que Jesús es más poderoso que ellos y que tiene también derecho sobre esas tierras. Le suplican, pues: “Si nos echas, mándanos a esa piara de puercos”. Jesús les dice: “Id”.

El demonio se siente vencido y suplica a Jesús que no lo eche al abismo, sino que le permita entrar en los cerdos de aquel lugar. Hay que recordar que, según la Ley, los puercos eran animales impuros, que contaminaban al hombre. Su custodia y su multiplicación eran, por tanto, contrarias a la Ley de Dios.

Los demonios suponen que, al menos, esos animales son un lugar propicio para refugiarse. Y Jesús se lo permitió. Pero los mismos puercos fueron derrotados, arrojándose al mar. ¿Podría, así, imaginarse mayor victoria de Jesús sobre los espíritus del mal en tierra de paganos? El demonio fue arrojado al mar, símbolo de muerte. Esta derrota es figura y anuncio de la futura victoria total de Cristo, que liberará a la tierra de toda impureza satánica y de toda corrupción.

c) Desenlace (vv. 33-34)

Toda la gente del poblado se conmovió ante los acontecimientos, y fueron a Jesús y le pidieron que se fuera de su territorio. Esto no significa necesariamente un rechazo definitivo de Jesús, sino que indica el estupor ante lo acontecido, sin dejar de pensar también en la pérdida material de los cerdos.