JESÚS, SIGNO DE CONTRADICCIÓN (10,34-39)
34 No penséis que he venido a traer paz a la tierra.
35 No he venido a traer paz, sino espada. Sí, he venido a enfrentar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra,
36 y enemigos de cada cual son los de su casa.
La triple mención “he venido” marca la misión de Jesús. Con el ideal espiritual del Reino de los Cielos y con las exigencias de su seguimiento, Jesús provoca necesariamente divisiones, guerras y partidos. Muy probablemente, Mateo hace alusión a la penosa lucha surgida entre los miembros de la comunidad judío-cristiana y sus amigos judíos. La lucha no es un fin en sí misma, sino una inevitable consecuencia de la absoluta lealtad que Jesús reclama de sus discípulos. 35 No he venido a traer paz, sino espada. Sí, he venido a enfrentar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra,
36 y enemigos de cada cual son los de su casa.
37 El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí.
El amor que Jesús exige debe ser superior al amor al padre, a la madre y a los hijos (Mt 16,24-25; 19,29; Mc 8,34-35; 10,29-30). Es digno de notar que el amor al padre y a la madre está en el mismo nivel que el amor al hijo y a la hija. El radicalismo de Jesús parece hacerlo antifamiliar; sin embargo Mt 15,4-5 muestra que no es así.
38 El que no toma su cruz y me sigue detrás no es digno de mí.
39 El que encuentre su vida, la perderá, y el que pierda su vida por mí, la encontrará.
Más aún, el amor a Jesús debe ser un amor audaz que soporte el sufrimiento y el dolor hasta el heroísmo del martirio.39 El que encuentre su vida, la perderá, y el que pierda su vida por mí, la encontrará.