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Biblia y Tradición

En ocasiones se piensa, equivocadamente, que Revelación y Biblia es lo mismo, que solamente en la Biblia se encuentra la Revelación de Dios. Para la Iglesia Católica la Revelación es más amplia, y abarca la Biblia y la Tradición.

La Revelación.

La Revelación es la manifestación de Dios y de su voluntad acerca de nuestra salvación. Esta contiene dos elementos: verdades que hay que creer, y mandamientos que hay que observar. Además se realiza mediante hechos y palabras, íntimamente ligados entre sí.

1. Revelación natural.

Dios comenzó a revelarse (o manifestarse) mediante la creación.

"Pues lo que de Dios se puede conocer, está en ellos manifiesto: Dios se lo manifestó. Porque lo invisible de Dios, desde la creación del mundo, se deja ver a la inteligencia a través de sus obras: su poder eterno y su divinidad." (Rom 1,19-20).

2. Revelación sobrenatural o divina.

Dios se fue dando a conocer a los hombres, de una manera más directa, en un principio por los patriarcas y profetas del Antiguo Testamento. Pero fue nuestro Señor Jesucristo, con su presencia y manifestación, con sus palabras y obras, signos y milagros, muerte y resurrección, y con el envío del Espíritu Santo, quien llevó a su plenitud la Revelación.

"Muchas veces y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los Profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo." (Hebreos 1,1)

Trasmisión de la Revelación divina

Dios quiso que todo lo que había sido revelado para la salvación de los hombres, se conservara íntegro y fuera trasmitido a todas las edades. por eso Cristo nuestro Señor, plenitud de la revelación, mandó a los apóstoles a predicar a todo el mundo el Evangelio como fuente de toda verdad salvadora y de toda norma de conducta.

"Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo." (Mateo 28,19-20).

"Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación." (Marcos 16,15).

Aquí notamos como Jesús ordenó "predicar", "proclamar", no "escribir" su Evangelio. Y de hecho, todos los apóstoles predicaron la Buena Nueva de Cristo, mientras que solamente algunos escribieron algo muchos años después de haber predicado.

1. La Tradición.

Este mensaje escuchado de la boca de Jesús, vivido, elaborado y trasmitido oralmente por los apóstoles, se llama Tradición. En realidad, la palabra "Tradición" quiere decir que se entrega de palabra y no por escrito.

Pues bien, hasta el año 50 de nuestra era, la Tradición fue la única base de la predicación de los apóstoles y sus colaboradores.

2. La Biblia.

Parte de este mensaje proclamado oralmente fue puesto por escrito por los mismos apóstoles u otros de su generación, inspirados por el Espíritu Santo, dando origen al Nuevo Testamento.

La Biblia y la Tradición

Así que la Biblia no contiene todo lo que está en la Tradición. Esta es más amplia. Lo afirma el mismo San Juan:

"Hay además otras muchas cosas que hizo Jesús. Si se escribieran una por una, pienso que ni todo el mundo bastaría para contener los libros que se escribieran." (Juan 21,25).

Además la misma Biblia, hace referencia a la Tradición oral como la base de la fe de los creyentes.

"Todo cuanto habéis aprendido y recibido y oído y visto en mí, ponedlo por obra y el Dios de la paz estará con vosotros." (Filipenses 4,9).

"Cuanto me has oído en presencia de muchos testigos confíalo a hombres fieles, que sean capaces, a su vez, de instruir a otros." (2 Timoteo 2,2).

"Así pues, hermanos, manteneos firmes y conservad las tradiciones que habéis aprendido de nosotros, de viva voz o por carta." (2 Tesalonicenses 2,15).

En el anterior texto, al decir "de viva voz o por carta", da la misma importancia a las dos formas de transmisión de la Revelación divina.

En la Iglesia Católica, a diferencia de nuestros hermanos protestantes que no reconocen el valor de la Sagrada Tradición, siempre hubo una conciencia clara de su importancia. Es suficiente escuchar el Testimonio de San Ireneo que vivió del año 140 al 205 d.C.:

"En todas las Iglesias del mundo, se conserva viva la tradición de los apóstoles, pues podemos contar a todos y cada uno de sus sucesores hasta nosotros. Como sería largo enumerar aquí la lista de los obispos que sucesivamente ocuparon las sillas de los primeros obispos que ordenaron los mismos apóstoles, basta citar la silla de Roma, la mayor y más antigua de las Iglesias, conocida en todas partes y fundada por San Pedro y San Pablo. La Tradición de esta sede basta para confundir la soberbia de aquellos que por su malicia se han apartado de la verdad; pues, ciertamente la preeminencia de esta Iglesia de Roma es tal, que todas las Iglesias que aún conservan la Tradición Apostólica están en todo de acuerdo con sus enseñanzas."

 


Bibliografía:

Amatulli,Flaviano. (1984). Diálogo con los protestantes. México: Apóstoles de la Palabra.