Salmo 8
1 Del maestro de coro. Según la... de Gat. Salmo. De David.
2 ¡Oh Yahveh, Señor nuestro, qué glorioso tu nombre por toda la tierra! Tú que exaltaste tu majestad sobre los cielos,
3 en boca de los niños, los que aún maman, dispones baluarte frente a tus adversarios, para acabar con enemigos y rebeldes.
4 Al ver tu cielo, hechura de tus dedos, la luna y las estrellas, que fijaste tú,
5 ¿qué es el hombre para que de él te acuerdes, el hijo de Adán para que de él te cuides?
6 Apenas inferior a un dios le hiciste, coronándole de gloria y de esplendor;
7 le hiciste señor de las obras de tus manos, todo fue puesto por ti bajo sus pies:
8 ovejas y bueyes, todos juntos, y aun las bestias del campo,
9 y las aves del cielo, y los peces del mar, que surcan las sendas de las aguas.
10 ¡Oh Yahveh, Señor nuestro, qué glorioso tu nombre por toda la tierra!
1. Tipo de salmo
El salmo 8 es un himno de alabanza a la grandeza de Dios, que ha hecho del ser humano el centro y el señor de la creación. La ausencia del sol (4) lleva a pensar que la contemplación nocturna del cielo, la luna y las estrellas se encuentra en la base de este himno de alabanza. 2. Cómo está organizado
Este salmo tiene tres partes: un comienzo, un cuerpo central y un final bien determinados. El comienzo y el final están compuestos por la expresión: «¡Señor, Dios nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra!» (2a y 10). El resto (2b-9) constituye el centro o el corazón del salmo. En esta parte central destacan la figura de Dios y sus obras. Estas últimas reducen al silencio a sus adversarios. La visión del cielo, la luna y las estrellas deja extasiado al salmista. Pero la mayor obra de Dios es el ser humano, creado a su imagen y semejanza (Gn 1,26-27). El texto mezcla la tierra, el cielo (2) y el mar (9). Para el pueblo de la Biblia, estos tres «espacios» representan la totalidad de la creación. Al citar cuatro especies de animales sometidas por el ser humano, nos damos cuenta de que el texto juega con parejas de contrarios (8-9): animales domésticos (ovejas y bueyes) y animales salvajes (fieras del campo); aves del cielo y peces del mar.
3. ¿Por qué surgió este salmo?
El salmo 8 nos presenta la fascinación de alguien que, al admirar de noche la belleza del firmamento en el que brillan la luna y las estrellas, se pregunta: «¿Qué es el hombre...?». Él mismo responde a esta pregunta mostrando al ser humano como el punto más elevado de la creación de Dios. En medio de la noche brilla el nombre glorioso de Dios, en primer lugar en los astros del cielo, pero sobre todo en el ser humano, señor de la creación. Sin embargo, este salmo no se compone solamente de fascinación. También hay un conflicto que dio lugar a su composición. De hecho, se habla de «adversarios», «enemigo», «vengador» de Dios. El Señor los reprime por medio del éxtasis de cuantos, como niños de pecho, lo alaban por encima de las posibilidades de sus palabras. Lo alaban con la fascinación que entra por los ojos y embarga todo el ser; lo alaban a través del silencio que ensalza y da gracias. ¿Quiénes son los adversarios, el enemigo y el que se venga de Dios? Resulta difícil dar una respuesta. Hay quienes piensan en los poderes del caos primitivo de la mitología cananea, en la que se habría inspirado este salmo. Representarían, por tanto, las fuerzas del mal presentes en la historia. El Dios creador las hace callar por medio de la alabanza de las personas que lo reconocen como Señor del universo. Otros estudiosos creen que puede tratarse de los dioses creadores de las religiones de los pueblos vecinos de Israel. Para otros, estos adversarios serían personas concretas que niegan o ponen en duda la existencia de Dios. Dicho de otro modo, personas que, al afirmar que Dios no existe, ocuparían ellas mismas su lugar. En este caso, el salmo 8 les preguntaría, igual que Dios le preguntó a Job: «¿Acaso habéis hecho vosotros todo esto?» (Job 38-41). Así pues el salmo 8 habría surgido a causa de este conflicto. La arrogancia le impide al ser humano reconocer que la creación es el espejo de Dios y que él mismo no es Dios, sino alguien creado a su imagen y semejanza. En oposición a los arrogantes, encontramos a los pobres y los sencillos (los niños de pecho) que descubren y aceptan su puesto como criaturas y, al mismo tiempo, alaban al Creador por encima de lo que puedan expresar las palabras humanas. Por eso son capaces de descubrir la mano de Dios en todo lo que existe en la creación, pues esta es la «obra de sus dedos», la más pura artesanía de Dios.
En el corazón del salmo se encuentra la pregunta: «¿Qué es el hombre...?» (5a). Ante la fascinación que le provoca el universo, el ser humano, único animal racional, pregunta acerca de su propia identidad. Si es tan grande la diferencia entre el Creador y la criatura, ¿cuál es el papel que juega y cuál el puesto que ocupa el hombre en la creación? La respuesta (6-9) es extraordinariamente positiva. Para comprenderlo basta examinar las acciones de Dios en favor del ser humano, caracterizadas en este salmo por los siguientes verbos: se acuerda del ser humano y lo visita (5), lo hizo poco inferior a un dios, lo coronó, lo hizo reinar y lo puso todo bajo sus pies (6-7). Seis acciones que muestran al ser humano como señor y rey de la creación. De hecho, las expresiones «coronar», «hacer reinar», «poner bajo los pies», recuerdan el ritual de entronización de los antiguos reyes (véanse los salmos 2 y 110). El hombre es el punto central de la creación y su rey, y recibe gratuitamente de Dios un poder participado que lo convierte en señor de las cosas creadas. El señorío del ser humano se hace presente en el texto al recordar sobre qué o quiénes «reina»: los animales domésticos y salvajes, las aves que vuelan en el cielo y los peces que, misteriosamente, surcan sendas en el silencio y la profundidad de los mares. Dicho brevemente, el ser humano es señor de toda la creación.
4. El rostro de Dios
Hay dos temas importantes que atraviesan todo este salmo y que nos proporcionan un excelente retrato de Dios: la creación y la alianza. Dios es creador tanto del universo como del ser humano. Cuando ocupa su puesto de criatura en el escenario de la creación, el hombre queda deslumbrado por la belleza del mundo, obra de artesanía de los dedos de Dios; por eso se vuelve como los niños de pecho y exulta y alaba más allá de todo aquello que se puede expresar con palabras. Cuando el hombre se pregunta: «¿Quién soy yo?», descubre que Dios lo ha convertido en su socio y su aliado. El Dios de la Alianza le ha confiado la administración de toda su obra. El Señor lo ha convertido en señor. Son muchas las conexiones de este salmo con el Nuevo Testamento y la actividad de Jesús, al margen de la cita literal de Mt 21,15-16. Desde la clave del «himno de alabanza», podemos profundizar en la actitud de Jesús en Mt 11,25 o, con Pablo, reconocer que Dios elige lo que es locura para el mundo con la intención de confundir a los que se consideran sabios (1 Cor 1,27-28). O, también, podemos ahondar en los himnos de alabanza del Nuevo Testamento (por ejemplo, Ef 1,3-14). La parábola de Lc 12,35-48 puede leerse desde esta perspectiva: el mundo es la casa de Dios, y el ser humano es el administrador de esta inmensa casa.
5. Rezar el salmo 8
Los himnos de alabanza -como lo indica la misma expresión- suponen que quienes los van a entonar están, de hecho, dispuestos a alabar a Dios por su intervención en el mundo y en la historia. El salmo 8 es muy apropiado para estos momentos: cuando queremos alabar a Dios por la creación y, sobre todo, por haber hecho al ser humano a su imagen y semejanza; cuando queremos rezar en compañía de la danza mágica del cosmos o en sintonía con todos los seres, criaturas de Dios como nosotros; cuando el medio ambiente forma parte de nuestros sueños, objetivos y preocupaciones; cuando buscamos una respuesta a la pregunta: «¿Qué es el ser humano?». Otros salmos que son himnos de alabanza: 19; 29; 33; 100; 103; 104; (105); 111; 113; 114; 117; 135; 136; 145; 146; 147; 148; 149; 150.
Bortolini Jose. (2002). Conocer y rezar los Salmos. MADRID: SAN PABLO.