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LIBRO:


Salmo 3

1 Salmo. Para la acción de gracias. Salmo. De David. Cuando huía de su hijo Absalón.
2 Yahveh, ¡cuán numerosos son mis adversarios, cuántos los que se alzan contra mí!
3 ¡Cuántos los que dicen de mi vida: «No hay salvación para él en Dios!»
4 Mas tú, Yahveh, escudo que me ciñes, mi gloria, el que realza mi cabeza.
5 A voz en grito clamo hacia Yahveh, y él me responde desde su santo monte.
6 Yo me acuesto y me duermo, me despierto, pues Yahveh me sostiene.
7 No temo a esas gentes que a millares se apostan en torno contra mí.
8 ¡Levántate, Yahveh! ¡Dios mío, sálvame! Tú hieres en la mejilla a todos mis enemigos, los dientes de los impíos tú los rompes.
9 De Yahveh la salvación. Tu bendición sobre tu pueblo.
1. Tipo de salmo
Es un salmo de confianza individual. Alguien está rodeado por sus enemigos pero, a pesar de ello, manifiesta una confianza inquebrantable en Dios. Esto se hace patente sobre todo en los versículos 4 al 7, en los que el Señor aparece como escudo protector que le permite al salmista mantener alta la cabeza. Dios responde desde su monte santo (Jerusalén y el templo), permitiendo que el justo se acueste sin temores, que duerma y despierte sin miedo, sin recelar de la multitud que lo cerca y lo oprime. El versículo 8 contiene una súplica, pero hecha desde la confianza o el convencimiento de que el Señor lucha como guerrero victorioso, golpeando en la mejilla a los injustos y rompiéndoles los dientes.

2. Cómo está organizado
El salmo 3 tiene cuatro partes claramente definidas. En la primera (2-3), la persona le expone a Dios su situación: está rodeada de enemigos. En tres ocasiones expresa admirativamente que sus opresores son muy numerosos. Estos se levantan contra el justo y dudan que Dios vaya a salvarlo, señal de que se encuentra en una situación de peligro.

En la segunda (4-5), la persona que está atravesando esa situación manifiesta su total confianza en Dios. Aunque los opresores se levanten contra ella (como un ejército), el Señor es presentado como escudo que protege, la gloria, el que mantiene alta la cabeza del justo y que, desde el templo, responde a sus gritos.

En la tercera parte (6-7), el justo afirma su absoluta tranquilidad ante el enorme conflicto con que se enfrenta. y el motivo es la confianza que tiene en el Señor. Por eso puede acostarse, dormir y despertarse rodeado por una multitud de opresores.

En la cuarta (8-9), el justo suplica con la confianza de que el Señor Dios se levantará y lo salvará, golpeando a los opresores en la mejilla y quebrándoles los dientes. El salmo termina con una ampliación: todo el pueblo de Dios recibe la salvación y la bendición de Dios, símbolo de la vida.

En este salmo podemos encontrar unos cuantos términos tomados del ámbito militar que nos hacen pensar en el ejército: acampar (campamento), escudo, salvar, golpear, romper los dientes, etc. La expresión «romper los dientes»(8) insinúa que los opresores son tan feroces como leones..

También vale la pena tener en cuenta lo siguiente: los opresores se levantan contra el justo, acampan a su alrededor y le hacen agachar la cabeza. Él, sin embargo, clama al Señor para que se levante y lo salve, confía en que lo defenderá como un escudo que salvará su gloria y que le hará mantener bien alta la cabeza. Por eso el justo puede acostarse y dormir sereno, y despertarse (levantarse) tranquilo, porque es Dios quien lo sostiene.

3. ¿Por qué surgió este salmo?
El salmo 3 revela un conflicto abierto entre una persona (el justo) y una multitud (los injustos) que está en su contra. El justo le revela al Señor el conflicto entre la justicia y la injusticia. Da la impresión de que el justo está solo contra una multitud de injustos. Esto vuelve el salmo terriblemente dramático y de una extraordinaria confianza. Al repasar el texto, descubrimos que estas personas son calificadas como «opresores», «los que se levantan contra el justo» y se burlan de él y de su confianza en Dios, como si Dios se mantuviera al margen de la lucha del justo contra la injusticia; se dice que son un «pueblo innumerable que acampa alrededor» del justo, que son «enemigos» y «malhechores».

¿Qué es lo que habría pasado exactamente? En el versículo 4 tenemos un dato importante. El justo dice que el Señor es su escudo, su gloria (su honra) , el que mantiene alta su cabeza. Se trata, por tanto, de un justo que ha sido calumniado y difamado y por eso anda cabizbajo. ¿Por qué ha llegado a esa situación? Sin duda a causa de su compromiso con la justicia. Algo ha hecho que ha importunado a los injustos y estos se vengan: se han levantado contra él, como un ejército en armas, y han acampado a su alrededor con intención de matarlo.

En los versículos 5-7 hay otro detalle significativo. Se menciona aquí el «monte santo», desde el que el Señor responde a los gritos del justo, y donde el justo asegura poder acostarse, dormir y despertarse tranquilo, sin temer a la multitud que acampa a su alrededor. En el Antiguo Testamento, el templo de Jerusalén (el «monte santo») funcionaba como lugar de refugio para personas perseguidas. Este es ciertamente el caso del creador del salmo 3. Lo persiguen y acechan para acabar con su vida, pero él se refugia en el templo, logrando escapar del acoso de sus enemigos. En el templo se siente seguro y confiado (a pesar de que los opresores están fuera esperándole). Pasaría la noche a la expectativa: por la mañana, el sacerdote echaría suertes y se le declararía inocente; podría llevar la cabeza bien alta y seguir luchando por la justicia.

Los enemigos opresores, comprometidos con la injusticia, quieren matarlo y, al mismo tiempo, desmoralizar al propio Dios. En su opinión, el Señor no se preocupa por la justicia: «Dios nunca va a salvarlo». Matando al justo que lucha por una sociedad sin injusticias, pretenden desmoralizar o, en cierto modo, «matar» al mismísimo Dios.

4. El rostro de Dios
Indirectamente, los malhechores dicen que el Señor, el Dios de la justicia, no existe o que, si existe, no socorre al justo que lucha a solas. El justo, por su parte, tiene una confianza de hierro en Dios. En medio de esta lucha desigual, el justo ve y siente a Dios como un escudo que lo protege, como quien le devuelve la honra (la gloria) al justo y le permite mantener bien alta la cabeza; como aquel que escucha sus clamores, del mismo modo que escuchó el clamor de los israelitas en tiempos de la esclavitud en Egipto (Exodo 3, 7). Es seguridad para el justo que lucha contra un ejército de injustos, defendiendo su causa, colmándolo de arrojo y valentía. ¿Por qué ve y siente el justo a Dios de esta manera? Porque conoce el pasado del pueblo de Dios y sabe que el Señor es el Dios amigo y aliado, comprometido con la justicia. El Señor es el Dios de la Alianza, que escucha con atención el clamor que sube hasta él, tomando partido a favor de la justicia y en contra de la injusticia. La expresión «¡Levántate, Señor» (8) recuerda el libro de los Números (10,35). Esto es lo que se le decía a Dios, en tiempos de Moisés, cuando el pueblo levantaba el campamento para ponerse en camino, guiado por el arca de la alianza, rumbo a la conquista de la libertad y de la vida en la tierra prometida. El justo le recuerda cariñosamente a Dios este antiguo compromiso y se muestra confiado. A los injustos se les golpeará en la mejilla y se les romperán los dientes.

En el Nuevo Testamento, Jesús pide constantemente confianza, por ejemplo, en Mc 5,36; 6,50 y en Jn 16,33b. La causa de Jesús fue el Reino. Y, según Mateo, este Reino se va construyendo en la medida en que se implante la justicia.

5. Rezar el salmo 3
La confianza expresada en este salmo no es la de quien atraviesa un camino de rosas. Todo lo contrario; se trata de alguien que se encuentra rodeado por una multitud de malhechores injustos que quiere verlo muerto. Es un salmo para cuando necesitamos de este tipo de confianza; cuando luchamos por la justicia y nuestros esfuerzos parecen inútiles; cuando tenemos la impresión de que va a triunfar la opresión; cuando dicen que a Dios poco le importa lo que sucede a nuestro alrededor...

Otros salmos de confianza individual: 4; 11; 16; 23; 27; 62; 121; 131.


Bortolini Jose. (2002). Conocer y rezar los Salmos. MADRID: SAN PABLO.