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Mateo 14,13-23. PRIMERA MULTIPLICACIÓN DE LOS PANES



PRIMERA MULTIPLICACIÓN DE LOS PANES (14,13-23; MC 6,30-46; LC 9,10-17; JN 6,1-14)

13 Al oírlo Jesús, se retiró de allí en una barca, aparte, a un lugar solitario. En cuanto lo supieron las gentes, le siguieron a pie de las ciudades.

14 Al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos y curó a sus enfermos.

15 Al atardecer se le acercaron los discípulos diciendo: “El lugar está deshabitado y la hora es ya pasada. Despide, pues, a la gente, para que vayan a los pueblos y se compren comida”.

16 Mas Jesús les dijo: “No tienen por qué marcharse; dadles vosotros de comer”.

17 Dícenle ellos: “No tenemos aquí más que cinco panes y dos peces”.

18 Él dijo: “Traédmelos acá”.

19 Y ordenó a la gente reclinarse sobre la hierba. Tomó luego los cinco panes y los dos peces y, levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición y, partiéndolos, dio los panes a los discípulos, y los discípulos a la gente.

20 Comieron todos y se saciaron, y recogieron de los trozos sobrantes doce canastos llenos.

21 Y los que habían comido eran unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.

22 Inmediatamente, obligó a los discípulos a subir a la barca y a ir por delante de él a la otra orilla, mientras él despedía a la gente.

23 Después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar; al atardecer, estaba solo allí.

Con ocasión de la muerte de Juan el Bautista, Jesús se retiró de los alrededores de Nazaret y volvió al lago Genesaret, a un lugar solitario. Cuando la gente se dio cuenta, acudieron a Jesús. El lugar permanece impreciso. Marcos parece referirse a algún punto en la ribera noroeste del lago; Lucas habla de Betsaida, en la orilla noreste. El lugar no es propiamente un desierto y sin agua, sino un sitio deshabitado con pastos para los animales. Restos arqueológicos del siglo IV muestran que los antiguos peregrinos fijaron el recuerdo de la multiplicación de los panes en la actual fuente et-Tabgha, a dos kilómetros de Cafarnaún.

Jesús se encuentra en la cumbre de su evangelización. Los Doce han tomado ya parte activa en la misma (10,1-15). Son días de gloria. La multiplicación de los panes en favor de cinco mil hombres recuerda el milagro obrado en el AT por el profeta Eliseo (2 Re 4,42-44). Era la primavera del año 29. Se acercaba la fiesta de la Pascua.

Al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos y curó a los enfermos. La “compasión” había movido a Jesús a enviar por primera vez a sus discípulos a predicar y a curar toda enfermedad y toda dolencia (Mt 9,36; 10,1). Ese mismo sentimiento le impulsa ahora para curar a los enfermos y realizar el milagro-signo que será anuncio de la futura eucaristía. La evangelización y los sacramentos (en especial, la eucaristía) son inseparables y ambos brotan del amor misericordioso del corazón de Cristo.

Aunque el lugar era deshabitado, podía haber aldeas cercanas. La reflexión de los discípulos era sensata. Es Jesús quien les sorprende inesperadamente con su reacción: “No tienen por qué marcharse. Dadles vosotros de comer”. Pero sólo había cinco panes y dos peces. Jesús ordena que se los lleven y que la gente se recline en la hierba. La mención de la “hierba verde”, junto con el tema del pastor, del reposo y del pan, recuerda el salmo 23, que presenta a Dios como el buen Pastor de Israel.

Luego tomó los cinco panes y los dos peces, levantó los ojos al cielo, pronunció la bendición y, partiendo los panes, se los dio a los discípulos, para que éstos los distribuyeran a la gente.

El v. 19 es la cumbre histórica y teológica del relato. Cuatro acciones se suceden como eslabones de una cadena. El colorido eucarístico impreso al relato es evidente.

1. Jesús tomó los cinco panes y los dos peces

No sólo le son presentados los panes y los peces, sino que él mismo los toma.

2. Levantó los ojos al cielo

Este gesto debió ser muy característico de Jesús. Lo hace cuando sana al sordomudo (Mc 7,34), cuando resucita a Lázaro (Jn 11,41), cuando ora a su Padre en el cenáculo (Jn 17,1). Aquí, “levantar los ojos al cielo” tiene una connotación soteriológica. Este gesto ha pasado a las liturgias eucarísticas de muchos ritos: romano, bizantino, copto, etíope, sirio, maronita, etc.

3. Pronunció la bendición

La bendición es la oración de alabanza y de acción de gracias (Todáh) que se hace en la liturgia judía al partir el pan. Esta bendición servía para recordar los beneficios d Dios a su pueblo. La liturgia cristiana la ha enriquecido con un sentido nuevo, a la luz de la Pascua salvífica del Señor.

4. Partió los panes y los dio a los discípulos para que los distribuyeran

Jesús es quien parte los panes, pero se los da a sus discípulos para que ellos los repartan. Marcos insiste en la invitación que Jesús hace a sus discípulos para que colaboren con él (vv. 38.39.41.43). Les está dando una “formación en acto”. Lo que Jesús hace lo deberán hacer también ellos. Serán sus seguidores y colaboradores (cf. Lc 22,19).

El pastor está formando pastores

Marcos dice que también repartió los peces. Muy probablemente, en el momento histórico del prodigio los peces tuvieron la importancia que se merecen en una comida. Pero como el milagro fue percibido más tarde como un anuncio de la eucaristía, en la que el pan y el vino son los elementos del sacramento, los peces fueron perdiendo relieve y aparecen como un elemento suplementario que Mateo no vuelve a mencionar.

Sin embargo, el pez pasó al cristianismo como un acróstico-sigla de “Jesús, Cristo, Hijo de Dios, Salvador”. En griego, “pez” se dice ixthus. Cada letra indica el inicio de un título: I, Jesús; X, Cristo; TH-Y, Hijo de Dios; S, Salvador.

"Comieron todos y se saciaron." Y recogieron de los trozos sobrantes doce canastos llenos. Y los que habían comido eran cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños. Al igual que en el desierto, la gente “comió y se sació” (Éx 16,12; Nm 11,11-23; Sal 78,24-29). Trasponiendo los sentidos, Jesús Eucaristía es un alimento de Dios que sacia toda hambre profunda que pueda tener el corazón del hombre. La multitud constaba de cinco mil hombres. Mateo agrega, hiperbolizando: “Sin contar mujeres y niños”. Siendo así, la multitud podía llegar a varios miles más de personas. Esta mención es importante, pues Jesús aparece cubriendo una necesidad social.

“Recogieron de los trozos sobrantes doce canastos llenos”. Este gesto quiere significar que nada de lo que Dios ha dado se debe perder. No es difícil, además, adivinar en los “doce canastos” un símbolo de las Doce tribus de Israel y de los doce apóstoles, que serán los encargados y responsables en la futura Cena del Señor.

Mateo no ha conservado la reacción de la gente a la vista del prodigio. Juan, por su parte, comenta: “Los hombres, al ver el signo que había hecho, decían: ‘Éste es verdaderamente el Profeta que iba a venir al mundo’. Pero Jesús, conociendo que iban a venir a apoderarse de él para hacerlo rey, se retiró de nuevo al monte él solo” (6,14-15). La gente intuyó que algo político-mesiánico estaba aconteciendo. Pensaron que Jesús podría ser el Profeta-como-Moisés anunciado para el futuro (Dt 18,15-18). El entusiasmo popular llegó a su máximum y quisieron incluso apoderarse de Jesús para proclamarlo rey, esto es, reconocerlo como “el Mesías”. Pero Jesús eludió ese peligro, pues no correspondía a la misión que Dios le había encomendado.

Jesús despide a la multitud y se queda solo (vv. 22-23).

E inmediatamente obligó a los discípulos a subir a la barca e ir por delante de él a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar; al atardecer, estaba solo allí.

Como los discípulos, también la gente –el rebaño– debe partir. El permanecerá “en el monte, a solas, para orar”, entrando en comunicación personal e íntima con su Padre-Dios, como había hecho ya en otros momentos trascendentales de su vida: antes de su bautismo en el Jordán (Lc 3,21) y antes de elegir al grupo de los Doce (Lc 6,12), y como hará más tarde: antes de preguntarles a los discípulos quién piensan que es él (Lc 9,18) y en el momento de la transfiguración (Lc 9,28-29). Mateo termina su relato con una breve frase que impresiona: “Al atardecer, estaba solo allí”.

Reflexiones

El milagro de la multiplicación de los panes puede considerarse en tres niveles:

1. Como una expresión viva y concreta de la compasión y misericordia de Jesús-Pastor hacia los pobres (14,14). Fue una impactante lección práctica de formación para los apóstoles. Jesús mostró su inmensa capacidad de acogida, su compasión sin límites y su invitación a todo mundo a participar gratuitamente de un mismo banquete. Es una catequesis en acción que invita a un pastor a interesarse también por la solución de los problemas materiales del rebaño.

2. Como un “signo” de la presencia operante de los tiempos mesiánicos (Jn 6,14; Dt 18,15.18).

3. Como un anuncio de la futura eucaristía (14,19; 26,26).

La multiplicación de los panes fue un acontecimiento central en la vida apostólica de Jesús. El hecho y el relato intentan manifestar la identidad de Jesús y su misión de servicio. La narración evangélica evoca ya la institución de la eucaristía (26,26). Por otra parte, la Iglesia ha modelado la celebración eucarística sobre los elementos de este episodio de la vida de Jesús:

1. Jesús predica Liturgia de la Palabra
2. Tomó los panes El ofertorio
3. Pronunció la bendición La plegaria eucarística
4. Partió los panes La fracción del pan
5. Los distribuyó La comunión
6. Despidió a la gente Despedida a la comunidad