LA BIBLIA ONLINE

LIBRO:

Mateo 3,1-12. PREDICACIÓN DE JUAN EL BAUTISTA



PREDICACIÓN DE JUAN EL BAUTISTA (3,1-12)


San Juan Bautista de Tiziano Vecellio - Gallerie dell’Accademia en Venecia

1. El grito profético (v. 1-2)

3,1 Por aquellos días aparece Juan el Bautista, proclamando en el desierto de Judea:
2 “¡Convertíos, porque el Reino de los Cielos está cerca!”.
La fórmula “por aquellos días” es una expresión hecha, que no pretende indicar un tiempo o una fecha precisos.

“Aparece Juan el Bautista”. Sin haberlo mencionado antes, Mateo presenta bruscamente a Juan el Bautista. El verbo “aparece” indica algo imprevisto e inesperado, y el tiempo presente expresa que su mensaje de salvación será siempre actual. Su mensaje es una “proclamación”: él es heraldo de una Buena Nueva.

“El desierto de Judea”. Es la región que se encuentra al este de Jerusalén y desciende desde la montaña de Judea hasta la llanura del Jordán. A partir del éxodo, el desierto es el lugar privilegiado de los encuentros de Dios con su pueblo (Dt 8,2s; Os 2,16-25; Jr 2,2-3).

“¡Convertíos, porque el Reino de los Cielos está cerca!”. La conversión o el retorno a Dios, mediante el arrepentimiento de los pecados e infidelidades a la alianza, es el mensaje común de los profetas del AT (Is 44,21-22; 54,4-8; Jr 25,3-7; Jl 2,12-14). Pero lo más importante en el grito inaugural de Juan es que “el Reino de los Cielos”, o “el reinado de Dios”, está cerca, a la puerta. Mateo, según la costumbre rabínica, evita pronunciar el nombre divino, y por eso emplea la circunlocución “el Reino de los Cielos”. Se trata del Reino, o mejor del Reinado de Dios, anunciado por los profetas (Is 43,15; 44,6; Zac 14,9; Dn 2,44; 7,9-14) y cantado por los salmos (Sal 93; 96-101). El tema de “el Reino de Dios” será el centro del Evangelio.

2. La figura de Juan el Bautista (v. 3-6)

a) Identidad: ¿quién es él? (v. 3)

3 Éste es aquel de quien habla el profeta Isaías cuando dice:
“Voz del que clama en el desierto:
Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas”.
El evangelista identifica su protagonista a la Voz anunciada por el profeta Isaías en 40,3, citado según la traducción de los Setenta. La voz es Juan que, en el desierto de Judea, invita a preparar el camino del Señor. No se trata de los caminos que nos llevan al Señor, sino del camino por el que Dios va a venir a nosotros. Ésta es la única vez que el texto isaiano 40,3 es aplicado a Juan. De ordinario se cita Malaquías 3,1.22s, para referirse al Precursor.

b) Vida y misión (v. 4-6)

4 Tenía Juan su vestido hecho de pelos de camello, con un cinturón de cuero a sus lomos, y su comida eran langostas y miel silvestre.
5 Acudía entonces a él Jerusalén, toda Judea y toda la región del Jordán, 6 y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados.
Juan vestía un hábito rudo y ascético, que lo asemejaba al profeta Elías (2 Re 1,5-8). Juan Bautista es el nuevo Elías de quien la tradición judía decía que iba a venir para preparar la llegada del Reino de Dios (Mal 3,23-24). Su alimentación era frugal; sin embargo, hay que recordar que la miel, junto con la leche, es el alimento de la Tierra Prometida, y figura de la sabiduría (Prov 24,13-14; Eclo 24,19).

Las muchedumbres corrían hacia él, como sucede siempre que aparece un hombre de Dios. Jerusalén, Judea y Jordán sintetizan toda la región central de Tierra Santa.

Y “eran bautizados por él”. El bautismo es un rito de inmersión, símbolo de purificación, bien conocido en el judaísmo (por ejemplo, en Qumrán). Sin embargo, por su finalidad, el bautismo de Juan era diferente al bautismo impartido a los prosélitos que se adherían al judaísmo, o a las abluciones rituales practicadas por los qumranitas.

Se ha querido asociar a Juan Bautista con las gentes de Qumrán, por su vivir en el desierto y por su bautismo de conversión. Sin embargo, el lugar del ministerio de Juan no se limitó únicamente a la zona del Jordán a la altura de Jericó, sino que también lo realizó en otros lugares, como Ainón, cerca de Salim (Jn 3,23), y el bautismo que impartía tenía tres notas propias características: era signo de una purificación moral, no se repetía y poseía una connotación escatológica como preparación a la venida del Mesías (3,11). Al signo externo del bautismo se unía la confesión de los pecados. No se trataba de una confesión de pecados personales, sino del reconocimiento de los pecados del pueblo de Dios, a la manera de Nehemías 9,2ss. La eficacia del perdón, sin ser sacramental, era real.

3. Ante fariseos y saduceos (v. 7-12)

a) Invitación a la conversión (v. 7-10)

7 Pero viendo él venir muchos fariseos y saduceos al bautismo, les dijo: “Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a huir de la ira inminente?
8 Dad, pues, fruto digno de conversión
9 y no creáis que basta con decir en vuestro interior: ‘Tenemos por padre a Abrahán’; porque os digo que Dios puede dar de estas piedras hijos a Abrahán.
10 Ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles, y todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego”.
Fariseos y saduceos vienen al bautismo. Esta presentación choca con afirmaciones evangélicas posteriores según las cuales las autoridades del judaísmo rechazaron el mensaje de Juan (Mt 21,32; Jn 1,24; 5,33). Se puede pensar que en un primer momento también fariseos y saduceos vinieron donde Juan, pero después rechazaron su mensaje. Por otra parte, tal vez Mateo ha querido establecer un paralelismo entre la predicación de Juan Bautista y la de Jesús. Las invectivas del Bautista son eco de la predicación profética del AT (cf. Is 10,5.15.18; 5l,1b-2; 59,5; Jr 22,7; 46,22-24).

b) El más fuerte y el doble bautismo (v. 11-12)

11 Yo os bautizo en agua para conversión, pero aquel que viene detrás de mí es más fuerte que yo y no soy digno de llevarle las sandalias. Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego.
12 En su mano tiene el bieldo y va a limpiar su era: recogerá su trigo en el granero, pero la paja la quemará con fuego que no se acaba.
El mensaje del Bautista se sitúa en la línea profética tradicional30. Él anuncia la inminencia del juicio escatológico; los hombres deben arrepentirse y volver a Dios. Para invitarles a esta conversión, Juan ha venido a bautizar con agua; si ellos rehúsan, serán destruidos por la cólera de Dios, como la paja es quemada por el fuego (Is 5,24; 47,14; Jl 2,5; Mal 3,19; 3,1-3). El pueblo de Dios se verá purificado mediante la destrucción de los impíos (Is 60,21). Juan precisa que el ejecutor de este juicio escatológico será “el que viene detrás de mí, que es más fuerte que yo”, el Mesías. Sin embargo, la misión de Jesús-Mesías fue diferente a lo que Juan pensaba, de ahí su incertidumbre futura (Mt 11,3).

El bautismo del Mesías será “en Espíritu Santo y fuego”. La purificación que obrará el bautismo impartido por el Mesías será más radical y más perfecta. La expresión “en Espíritu Santo y fuego” puede traducirse “en el fuego del Espíritu”, indicando la purificación profunda que produce el Espíritu de Dios, que lava, limpia y purifica tan honda y radicalmente como el fuego purifica los metales.

En perspectiva cristiana, este bautismo en Espíritu Santo y fuego puede ser referencia al bautismo cristiano (Jn 3,5; 1 Cor 6,11; Tit 3,5) o a la efusión carismática del Espíritu Santo en Pentecostés (Hch 2,1-4).