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LIBRO:

Mateo 3,13-17. EL BAUTISMO DE JESÚS



EL BAUTISMO DE JESÚS (3,13-17)


Bautismo de Cristo
El bautismo de Jesús fue en su vida un acontecimiento trascendental. A partir de su bautismo en el Jordán, Jesús comienza una etapa diferente de su vida: inaugura su ministerio público. Los cuatro evangelistas se ocupan del bautismo de Jesús: los evangelios sinópticos lo describen (Mt 3,13-17; Mc 9-11; Lc 3,21-22), Juan hace alusión a ese momento (Jn 1,32-34) y Pedro lo recuerda en casa de Cornelio (Hch 10,37-38)31.

1. Jesús fue bautizado con agua por Juan (v. 13-15)

13 Entonces se presenta Jesús, que viene de Galilea al Jordán, a donde Juan, para ser bautizado por él.
14 Pero Juan trataba de impedírselo, diciendo: “Soy yo el que necesita ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?”
15 Jesús le respondió: “Déjame ahora, pues conviene que así cumplamos toda justicia”. Entonces le dejó.
El bautismo de Jesús es un misterio. Siempre dócil a la voluntad de su Padre, Jesús descubrió, a la luz de la fe, que debía ir al Jordán para encontrarse con Juan y ser bautizado por él.

Jesús estuvo exento de todo pecado; por tanto, no necesitaba sujetarse a un bautismo de conversión para el perdón de los pecados (Mc 1,4; Jn 8,46; 2 Cor 5,21; Heb 4,15; 1 Jn 3,5). Pero quiso someterse al bautismo de Juan, en unión con todo su pueblo, porque era solidario de sus hermanos, con quienes compartía la misma naturaleza de una humanidad pecadora y a quienes venía a salvar (Heb 2,17).

El bautismo de Jesús podría interpretarse como una inferioridad de Jesús respecto de Juan, y esto incomodaría a los cristianos, sobre todo a causa de las polémicas con los discípulos de Juan (Hch 19,3-4). En vista de esto, el evangelista justifica la acción de Jesús introduciendo la resistencia del Bautista: “Soy yo el que necesita ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?”. A lo que Jesús responde: “Déjame ahora, pues conviene que así cumplamos toda justicia”. Con esta palabra Jesús reconoce en el ministerio de Juan un elemento del plan querido por Dios como etapa última de preparación para los tiempos mesiánicos. “Cumplir toda justicia” significa aquí aceptar una voluntad divina, algo querido por Dios, y responder al designio de Dios y a sus planes de salvación. Y Jesús fue bautizado por Juan.

2. Jesús es bautizado con el Espíritu de Dios (v. 16-17)

16 Una vez bautizado Jesús, salió luego del agua, y en esto se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios, que bajaba como una paloma y venía sobre él.

17 Y una voz que salía de los cielos decía: “Éste es mi Hijo amado, en quien me complazco”.
Al evocar el bautismo en el Espíritu que Jesús recibió en el Jordán, los evangelistas coinciden en presentar una misma sucesión de tres cuadros.

a) Jesús ha salido del agua

Habiendo sido ya bautizado por Juan, Jesús salió del agua. Aun cuando el relato del Jordán guarda una gran unidad, es lícito sin embargo subrayar que Mateo y Marcos distinguen claramente dos momentos: el “bautismo en agua”, bautismo de conversión, que recibe Jesús de manos de Juan en las aguas del Jordán, y el “bautismo en el Espíritu Santo”, que recibe de Dios-Padre, habiendo ya salido del río.

b) Jesús tuvo una visión

Se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios, que bajaba como una paloma y venía sobre él. “Abrirse los cielos” es una imagen que la Biblia emplea para describir una comunicación entre el cielo y la tierra: recibir una revelación de parte de Dios. Aplicada a Jesús, esta imagen simboliza que en él y a través de él va a comenzar una etapa nueva de comunicación de Dios con los hombres; Dios se revelará al mundo de manera nueva e inédita.

“Vio al Espíritu de Dios, que bajaba como una paloma y venía sobre él”. Fue Jesús quien vio. Se trata, por tanto, de una experiencia personal del mismo Jesús. En tiempos de Jesús, la expectación mesiánica se formulaba con referencia a tres pasajes del profeta Isaías que anunciaban la venida del Espíritu de Dios sobre el libertador de Israel: “Y reposará sobre él el espíritu de Yahveh, espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y de temor de Yahveh” (Is 11,2); “He puesto mi espíritu sobre él” (Is 42,1); “El espíritu del Señor Yahveh está sobre mí” (Is 61,1).

El Espíritu de Dios es simbolizado por “una paloma”. Esta imagen, además de recordar discretamente el oráculo mesiánico de Is 11,2, alude muy probablemente al Espíritu de Dios que se cernía sobre las aguas de la primera creación (Gn 1,2). En este momento, gracias al poder del Espíritu divino, va a surgir una nueva creación.

El texto de Mateo trae también a la memoria escenas del profeta Ezequiel a orillas del río Kebar: “Se abrió el cielo y vi...” (Ez 1,19), y “el Espíritu vino sobre mí...” (Ez 2,2). Jesús es presentado como el nuevo profeta lleno del Espíritu que, como Ezequiel, será enviado con la fuerza divina a desempeñar una misión en el pueblo de Israel.

c) Una voz salía de los cielos

“¡Éste es mi Hijo amado!” En Mateo, la voz se dirige a los circunstantes; en Marcos y Lucas, a Jesús. La voz viene del cielo, es decir, de Dios. Él es quien habla. La frase divina es una referencia clara al pasaje en el que Abrahán recibe de Dios la orden de inmolar a su hijo Isaac: “Toma a tu hijo, a tu único, al que amas, a Isaac. Vete al país de Moriá y ofrécelo allí en holocausto en uno de los montes, el que yo te indicaré” (Gn 22,2.12.16). La gente debe saber que Jesús es el Hijo único, el Hijo amado de Dios, el Mesías del salmo 2,7. Tal vez el evangelista, al referirse a la historia de Isaac, alude ya veladamente al destino doloroso que le espera a Jesús, nuevo y verdadero Isaac, que ofrecerá su vida como víctima a su Padre (cf. Rom 8,32).

“En quien me complazco”. Esta frase, unida a la venida del Espíritu, es una alusión suficientemente clara al oráculo de Isaías sobre el Siervo de Yahveh: “He aquí a mi Siervo, a quien yo sostengo; mi Elegido, en quien me complazco. He puesto mi espíritu sobre él y dictará ley a las naciones” (Is 42,1).

La voz divina les revela a los circunstantes que Jesús es el Siervo de Dios, su Elegido, objeto de las complacencias divinas y ungido con el Espíritu de Dios, que tendrá la misión de revelar al mundo la ley de Dios, la voluntad divina. Su misión mesiánica será realizada no al modo de un rey victorioso, sino a la manera humilde del profeta-siervo sufriente de Dios anunciado por el profeta Isaías (Is 42,1-4; 52,13-53,12; 61,1).

Oración

¡Oh Jesús!: Gracias por tu ejemplo de humildad al querer recibir el bautismo de Juan. Lo recibiste en nombre de toda la humanidad pecadora. Nos gozamos contigo al escuchar las palabras del Padre: “¡Tú eres mi Hijo, el Amado, en quien me complazco!”. Jesús, lleno del Espíritu Santo: Bautízanos tú con ese mismo Espíritu y que él nos comunique sus carismas para proclamar e implantar contigo, con fuerza y sabiduría, el Reino de Dios.