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Mt 6,19–7,29. MÁS ENSEÑANZAS EN EL SERMÓN DE LA MONTAÑA



MÁS ENSEÑANZAS EN EL SERMÓN DE LA MONTAÑA (6,19–7,29)

1. El verdadero tesoro (6,19-21)

19 No amontonéis tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre que corroen, y ladrones que socavan y roban.

20 Amontonad más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven y roben.

21 Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.

Los tesoros materiales son corruptibles y se pueden perder; los espirituales son incorruptibles y permanecen para la eternidad. El corazón del hombre estará donde considere que tiene su verdadero tesoro.

2. El ojo, lámpara del cuerpo (6,22-23)

22 La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará luminoso.

23 Pero si tu ojo está malo, todo tu cuerpo estará a oscuras. Y si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡qué oscuridad habrá!

“Con la luz material que el ojo, sano o enfermo, dispensa o niega al cuerpo, se compara la luz espiritual que irradia del alma: si ésta se encuentra oscurecida, la ceguera será mucho peor que la física” (Biblia de Jerusalén, p. 1.396).

3. Dios y el dinero (6,24)

24. Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al dinero.

En esta palabra, Jesús presenta el dinero como deificado: es el Señor-dinero, el Dios-dinero. Y concluye: “No podéis servir a Dios y al dinero”.

4. Abandono en la providencia divina (6,25-34)

25 Por eso os digo: No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?

26 Mirad las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros, y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas?

27 Por lo demás, ¿quién de vosotros puede, por más que se preocupe, añadir un solo codo a la medida de su vida?

28 Y del vestido, ¿por qué preocuparos? Observad cómo crecen los lirios del campo: no se fatigan ni hilan.

29 Pero yo os digo que ni Salomón, en toda su gloria, se vistió como uno de ellos.

30 Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios así la viste, ¿no lo hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe?

31 No andéis, pues, preocupados, diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos?

32 Que por todas esas cosas se afanan los gentiles. Pues ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso.

33 Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura.

34 Así que no os preocupéis del mañana: el mañana se preocupará de sí mismo. Cada día tiene bastante con su propio mal.

Este pasaje evangélico, rebosante de poesía y de sublime sencillez, es de una elevación espiritual extraordinaria. Es un cántico al amor providente de Dios, que es nuestro Padre. Cuatro son los motivos de la exhortación: no sufrir ansiedad por el sustento, buscar a Dios y su Reino, saber que Dios tiene cuidado de sus criaturas y que es un Padre bondadoso para todos.

El discípulo no tiene que inquietarse excesivamente por el sustento material. Debe vivir y caminar en la fe y en la confianza, “pues ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso”. San Jerónimo comenta: “Labor exercendus est, sollicitudo tollenda!” (¡Hay que realizar el trabajo, pero suprimir la angustia!).

El v. 33 representa la cumbre de la enseñanza: ¡Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura!”. El Reinado de Dios, y la perfección moral que conlleva y exige, es lo máximo; todo lo demás ocupa un lugar secundario.

5. No juzgar (7,1-5)

1 No juzguéis, para que no seáis juzgados.

2 Porque con el juicio con que juzguéis seréis juzgados, y con la medida con que midáis se os medirá.

3 ¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano y no reparas en la viga que hay en tu ojo?

4 ¿O cómo vas a decir a tu hermano: “Deja que te saque la brizna del ojo”, teniendo la viga en el tuyo?

5 Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo y entonces podrás ver para sacar la brizna del ojo de tu hermano.

No juzguéis a los demás, para no ser juzgados por Dios. Jesús no prohíbe hacer un discernimiento “justo y responsable” sobre los demás, sino que previene contra la crítica negativa o la usurpación del juicio definitivo sobre una persona, que sólo toca a Dios (Rom 2,1; 14,4.10; 1 Cor 5,12; Sant 4,11).

El deber del cristiano es examinarse primero a sí mismo y corregirse de sus propios defectos antes de emitir un juicio desfavorable sobre los del prójimo, que pueden ser menores que los del juez. Es una insistencia más de Jesús sobre la benevolencia para con el prójimo (Mt 5,43-47; 6,14-15; 7,12).

6. No profanar las cosas santas (7,6)

6 No deis a los perros lo que es santo, ni echéis vuestras perlas delante de los puercos, no sea que las pisoteen con sus patas y después, volviéndose, os despedacen. .

La palabra de Jesús es dura y exigente. “Lo santo” eran los manjares sagrados, alimentos santificados por haber sido ofrecidos en el Templo (Éx 29,33). Aquí se trata del mensaje del Reino de Dios, destinado, por su naturaleza, a todo el mundo. Sin embargo, no se ha de proponer la doctrina preciosa y santa del Reino a gente incapaz u hostil para recibirla bien y que podría burlarse, despreciarla o abusar de ella, volviéndose en contra del cristiano. ¿Qué personas están tras las metáforas de los perros y los puercos? El texto no precisa de quiénes se trata: ¿serán los enemigos judíos?, ¿serán los paganos?

7. Eficacia de la oración (7,7-11)

7 Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá.

8 Porque todo el que pide, recibe; el que busca halla;

9 y al que llama, se le abrirá. ¿O hay acaso alguno entre vosotros que al hijo que le pide pan le da una piedra,

10 o si le pide un pez le da una culebra?

11 Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre, que está en los cielos, dará cosas buenas a los que se las pidan!

La oración es uno de los temas mayores del sermón de la montaña (6,5-6.7-8.9-13; 7,7-11). Tras los verbos impersonales “se os dará y se os abrirá” se esconde el verdadero sujeto, que es Dios. El nos dará lo que le pidamos, sin que por eso se esclavice a nuestras peticiones. Dios es soberanamente libre y sabio, y no puede ser manipulado por nuestras insistencias El fruto de la oración será siempre un misterio (Mc 11,24; Jn 14,13-14; 15,7; 16,23-24; Sant 1,5; 1 Jn 3,22; 5,14-15). La petición máxima en la oración es que se realice la voluntad de Dios. Jesús mismo ha dado el ejemplo (Mc 14,36).

Lucas, en el lugar paralelo, en vez de “cosas buenas”, escribe: “¡Cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!”. El Espíritu Santo es el don por excelencia y el regalo máximo de Dios (Lc 11,9-13). Los cristianos orientales, a propósito de este don divino personal, hablan de la oración-petición que Dios siempre escucha.

8. La regla de oro (7,12)

12 Por tanto, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos, porque ésta es la Ley y los Profetas.

Esta máxima de Jesús es como una síntesis de las Escrituras y tiene su prehistoria y sus precedentes: algo semejante se lee en Dt 15,13; Tob 4,15; Eclo 31,15 (cf. Lc 6,31; Rom 13,8-10). Hay una fórmula negativa: “No hagas a nadie lo que no quieras que te hagan” (Tob 4,15). Jesús se expresa de una forma superior y positiva.

9. Los dos caminos (7,13-14)

13 Entrad por la entrada estrecha, porque ancha es la entrada y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella;

14 mas ¡qué estrecha es la entrada y qué angosto el camino que lleva a la Vida!, y pocos son los que lo encuentran.

Entrada estrecha y camino angosto o entrada ancha y camino espacioso. Son dos posibles alternativas que equivalen a la vida eterna o la perdición eterna: una vida vivida en el cumplimiento de los mandamientos de Dios, o una vida ligera y fácil, de placer y de pecado. ¡Vida o muerte! ¡Felicidad o perdición!

Puerta estrecha o camino amplio, árbol bueno o árbol malo, estar con Jesús o en contra de él: son alternativas ineludibles que obran la división en los corazones. Por una parte están los pobres, los humildes, los pequeños y los sencillos; por otra, los ricos, los sabios, los grandes, los orgullosos. Pero en la base está el misterioso beneplácito de Dios y su elección libre, que, sin suprimir la responsabilidad del hombre, da la salvación al que se salva.

10. Los falsos profetas (7,15-20)

15 Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con disfraces de ovejas pero por dentro son lobos rapaces.

16 Por sus frutos los conoceréis.¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos?

17 Así, todo árbol bueno da frutos buenos, pero el árbol malo da frutos malos.

18 Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo producir frutos buenos.

19 Todo árbol que no da buen fruto es cortado y arrojado al fuego.

20 Así que por sus frutos los reconoceréis.

Jesús pone en alerta a sus discípulos contra falsos maestros que pueden seducirlos y perderlos. Este problema es de todos los tiempos y de todas las edades. ¿Cómo discernir los casos o las situaciones? “¡Por sus frutos los conoceréis!”.

Como norma general, una fe viva y una conducta moral correcta, de acuerdo a las normas de Jesús, son la prueba de una persona buena. Este consejo será siempre de actualidad, pero era especialmente importante en el tiempo en que escribía el evangelista. El “verdadero Profeta” y el “auténtico Maestro” es Jesús. A él hay que seguir, dejando a un lado a los profetas y maestros del judaísmo rabínico.

11. Los verdaderos discípulos (7,21-23)

21 No todo el que me diga “Señor, Señor” entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre, que está en los cielos.

22 Muchos me dirán aquel día: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?”.

23 Y entonces les declararé: “¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!”.

No basta clamar a Dios en las circunstancias difíciles y ante problemas angustiosos; además de eso, es preciso cumplir la voluntad del Padre celestial. Por otra parte, los carismas de profecía, exorcismos y milagros son ciertamente dones de Dios para construir el Reino, pero no constituyen la llave para entrar en él. ¿Cuál será la clave auténtica? Hacer la voluntad de Dios: “El que haga la voluntad de mi Padre celestial, ése entrará en el Reino de los Cielos”. El texto evangélico insinúa que, a pesar del ejercicio de los carismas, alguno podría ser sujeto de reprobación.

12. La verdadera sabiduría (7,24-27)

24 Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente

25 que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos y embistieron contra aquella casa, pero no cayó, porque estaba cimentada sobre roca.

26 Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena:

27 cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina.

La parábola de las dos casas cierra el sermón de la montaña en un contexto escatológico. Mateo, que escribe para los cristianos judíos que conocen Palestina, describe los fenómenos atmosféricos del otoño y del invierno en esas tierras montañosas, donde, después de la borrasca y de los fuertes vientos, se precipita el agua por wadíes profundos con una velocidad vertiginosa hasta llegar a las llanuras. Si el agua torrencial encuentra a su paso una casa cimentada sobre roca, la casa resistirá a los embates; si la casa está edificada sobre un suelo arenoso, caerá ante la fuerza del torrente.

Es una exigencia de Jesús. No sólo hay que oír sus palabras, sino obedecer sus consignas y llevarlas a la práctica. Quien hace esto es un hombre sensato, prudente, sabio, que construye su casa sobre roca firme. El “prudente” (opuesto a “tonto”) es aquel que se ha dado cuenta de que la venida de Jesús ha inaugurado el mundo de los últimos tiempos, la era escatológica, y actúa en consecuencia (Mt 24,45; 25,2.4.8.9).

En la época de Jesús, el hombre firmemente establecido era aquel que conocía la Ley y la practicaba con cuidado. Jesús, con su parábola, aporta una novedad que debió desconcertar a sus contemporáneos: con autoridad soberana afirma que, en lo sucesivo, lo que dará estabilidad, firmeza y consistencia al hombre será seguirle a él, poner en obra sus mandatos y cumplir la nueva Ley que él ha venido a promulgar.

CONCLUSIÓN (7,28-29)

28 Y sucedió que cuando acabó Jesús estos discursos, la gente quedaba asombrada de su doctrina,

29 porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como sus escribas (cf. Mc 1,22; Lc 4,32; Jn 7,46).

Oración

Jesús Maestro:

Gracias te damos por el discurso programático para los discípulos del Reino de los Cielos.

¡Haz que seamos luz del mundo y sal de la tierra!

Queremos seguir tu nueva Ley.

Tu invitación ha quedado grabada en nuestro corazón: “¡Vosotros sed perfectos, como es perfecto vuestro Padre celestial!”.

Jesús, Hijo de Dios:

Enséñanos a orar a nuestro Padre celestial.

Sí, que él sea glorificado, que venga su Reino, que su voluntad se haga en todas partes.

Padre: acude a nuestras necesidades, perdona nuestros pecados, no permitas que caigamos en la tentación y líbranos del Maligno.

Padre nuestro: sabemos que tú siempre nos darás cosas buenas.

Queremos abandonarnos a tu divina providencia.

Enséñanos a buscar primero tu Reino y su justicia.

Jesús: Deseamos construir nuestra casa sobre la roca firme de tus enseñanzas.

Sólo así seremos verdaderos discípulos tuyos.