JESÚS ES EL “SIERVO DE YAHVEH” (12,15-21)
15 Jesús, al saberlo, se retiró de allí. Le siguieron muchos y los curó a todos.
16 Y les mandó enérgicamente que no le descubrieran,
17 para que se cumpliera lo dicho por el profeta Isaías:
18 He aquí mi Siervo, a quien elegí; mi Amado, en quien mi alma se complace. Pondré mi Espíritu sobre él y anunciará el juicio a las naciones.
19 No disputará ni gritará, ni oirá nadie en las plazas su voz.
20 La caña cascada no la quebrará, ni apagará la mecha humeante, hasta que lleve a la victoria el juicio:
21 en su nombre pondrán las naciones su esperanza.
Al saber Jesús que le querían eliminar, dejó el lugar: todavía no había llegado su hora. Su virtud sanadora está en plena actividad, pero Jesús quiere evitar una explosión popular, que sería contraria a su mesianismo. 16 Y les mandó enérgicamente que no le descubrieran,
17 para que se cumpliera lo dicho por el profeta Isaías:
18 He aquí mi Siervo, a quien elegí; mi Amado, en quien mi alma se complace. Pondré mi Espíritu sobre él y anunciará el juicio a las naciones.
19 No disputará ni gritará, ni oirá nadie en las plazas su voz.
20 La caña cascada no la quebrará, ni apagará la mecha humeante, hasta que lleve a la victoria el juicio:
21 en su nombre pondrán las naciones su esperanza.
Mateo resume la actividad curativa de Jesús e interpreta su mesianidad citando el primer cántico del Siervo de Yahveh en Is 42,1-4. En Jesús se realiza esa Escritura. Él es el Siervo elegido, el amado, en quien Dios se complace. Está lleno del Espíritu. Es humilde y silencioso, manso y comprensivo. Tendrá éxito en su empresa de justicia. Tiene un mensaje para las naciones, que pondrán en él su esperanza.