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LIBRO:


LA ALIANZA

1. LA LEY

En segundo lugar, después de los libros históricos, figura el género legislativo, consistente en colecciones de preceptos, normas, costumbres...; y decíamos que estos escritos se contenían en algunos de los libros del Pentateuco, libros en los que está mezclado lo narrativo con lo legislativo. Pues bien, vamos a echar una mirada hacia atrás, vamos a reencontrarnos de nuevo con el Pentateuco para fijarnos ahora en esos pasajes que encuadramos bajo este epígrafe de Ley.

Acabamos de ver en el libro de Esdras, que él llegó a Palestina con el encargo de Artajerjes de hacer cumplir la ley del Dios del Cielo. ¿De qué ley se trataba? ¿Dónde estaba esa ley? Hemos dicho que a Esdras se le atribuye la fusión de las cuatro tradiciones: Yavista, elohista, deuteronómica y sacerdotal, dando por resultado lo que llamamos Pentateuco, y lo que en la Biblia hebrea es designado con el hombre de Ley.

Naturalmente lo que Esdras recibe en el s. V es el producto de casi diez siglos de historia, a lo largo de los cuales se han ido acumulando, entre otras cosas, también numerosos códigos legales. Si leemos el Pentateuco nos puede parecer que Moisés fue el legislador, de una vez para siempre, de todo ese cúmulo de prescripciones; las cosas, sin embargo, no fueron así.

2. LA ALIANZA

Sin duda que todo comenzó con el Éxodo. Yahvé se manifiesta al pueblo hebreo como su libertador. El pueblo acepta esta libertad que Dios le concede, y, por su parte, se compromete a la fidelidad a Yahvé; es lo que llamamos la Alianza.

El término hebreo empleado es el de berit. Es ésta una palabra que ya conocemos. Fundamentalmente tiene el sentido de pacto, convenio, contrato, que se puede hacer entre personas o entre pueblos, o entre un soberano y sus vasallos. Una alianza equivale, pues, a un juramento por el que alguien se compromete con otro de una forma solemne. Hoy día se han descubierto muchas fórmulas de contratos en los pueblos circunvecinos, y puede observarse la relación que con ellas guarda esta alianza bíblica.

La alianza que Yahvé establece con el pueblo hebreo no es, claro está, una alianza o contrato de igual a igual. Aquí una de las partes toma la iniciativa: Yahvé que se revela, que se manifiesta y proporciona a los israelitas la liberación. Esta conducta de Dios es la que está pidiendo la respuesta del pueblo. El espacio en que encuentra su sitio esta respuesta es la Ley. No se trata por consiguiente de un concepto estrecho y legalista, sino del lugar en donde se verifica la fidelidad del pueblo. Dios llama y el pueblo debe responder. Dios da y el hombre contrae una deuda. Dios se forma un pueblo liberándolo de la esclavitud; pero este acto liberador de Dios exige que el pueblo entre al servicio de Dios.

Esta respuesta del pueblo es una respuesta global: Para el israelita no existe distinción entre lo social, lo religioso y lo cultual. La alianza abarca y unifica todos los aspectos de la vida. Acabamos de decir que todo comenzó con el Éxodo. Es cierto que, al hablar de Abraham, apareció ya esta palabra de la alianza; sin embargo, entonces se trataba de algo personal y más bien en un plano de promesa; ahora se trata ya de la realización y, sobre todo, de un compromiso entre Yahvé y todo el pueblo.

3. EL ACONTECIMIENTO

El acontecimiento nos es narrado en el c. 19 del Éxodo; posteriormente aparecerá el tema en otros pasajes: Ex 24; 34; Dt 29; Jos 24; etc. Al tercer mes de la salida de Egipto llegan al desierto del Sinaí, frente al monte. Es aquí donde, después de un primer contacto con Moisés y después de una concienzuda preparación, tendrá lugar, de forma estremecedora, la comunicación con Dios.

Realmente, ¿sucedió todo eso que nos cuenta el libro del Éxodo? Nos equivocaríamos si supusiéramos que estos capítulos ofrecen una relación científica de los acontecimientos del Sinaí. Los autores modernos están de acuerdo en afirmar que estas gestas, que presentan a Israel como sin igual, vinieron a ser la base de una especial representación litúrgica. Mediante esta actualización litúrgica, aquellos mismos acontecimientos eran revividos por el pueblo. Por tanto, una buena parte de la descripción no es un informe histórico, sino más bien una interpretación teológica de los acontecimientos tal como éstos fueron luego actualizados para el pueblo de Israel. No olvidemos, sin embargo, que la base de estas descripciones es un contacto real entre Yahvé e Israel.

El Sinaí es situado tradicionalmente dentro de la llamada península del Sinaí, en el monte hoy designado con el nombre de Jebel Musa. Hay comentaristas que prefieren localizarlo en otra región. Varios son los lugares apuntados; entre ellos, Arabia, donde se supone que había todavía volcanes activos por este tiempo; lo que coincidiría con la manifestación volcánica que parece subyacer en el relato bíblico. No obstante, la mayoría de los autores continúa situándolo en el lugar tradicional.

4. LOS DIVERSOS CÓDIGOS

Los textos pertenecientes a este género legislativo constituyen fundamentalmente un bloque que se extiende desde el c. 19 del Éxodo hasta el c. 10 de Números, pasando a través de todo el Levítico y ramificándose por los capítulos finales de Números y a lo largo de todo el Deuteronomio. Sin embargo no todo tiene la misma importancia ni corresponde al mismo momento. Naturalmente no se trata de un material homogéneo; son colecciones independientes, carentes de unidad, tanto en la forma como en el contenido.

a) El Decálogo (Ex 20, 2-17; Dt 5, 6-21)

El núcleo de la Alianza lo constituye el Decálogo. En el texto bíblico no encontramos la palabra decálogo, ya que es un término acuñado en el s. II d. C. Hay dos versiones del Decálogo: una en Ex 20, 217 y otra en Dt 5, 6-21, con algunas variantes entre ambas.

Estas diez palabras o mandamientos tienen una doble vertiente: relaciones con Dios y relaciones mutuas. No están todos de acuerdo a la hora de precisar qué versículos corresponden a cada mandamiento ni cuántos mandamientos corresponden a cada sección. Según Padres griegos del v. 2 al 11 habría cuatro mandamientos, mientras nosotros sólo contamos tres. Son los que regulan las relaciones con Dios o vertiente vertical:

⋄ reconocimiento de un solo Dios, con exclusión de otras divinidades y al margen de posibles representaciones;

⋄ uso adecuado del nombre de Dios;

⋄ descanso del sábado; en el Ex se destaca la consagración de este día al Señor, imitando el comportamiento de Dios, mientras que en el Dt se añade también una motivación humanitaria.

Los otros siete regulan las relaciones humanas y tienen un sentido horizontal. El contenido de estos mandamientos es de derecho natural y por eso lo encontramos también en los códigos legales de otros pueblos. Pero podemos observar una diferencia notable; lo que en los otros códigos se considera un delito contra el prójimo, en la Biblia se considera también un delito contra Dios; ofender al hermano es quebrantar la Alianza con Dios. Se perfila ya el NT: "cuanto hicisteis... a mí me lo hicisteis" (Mt 25, 40).

Este Decálogo va precedido de una introducción histórica que no hay que separar del resto del texto, ya que ella es la que da a los mandamientos este sentido de Alianza; de lo contrario el Decálogo no pasaría de ser un simple código legal. Esa introducción es la que recuerda la parte de Yahvé en el contrato: la de su iniciativa liberadora: "Yo, Yahvé, soy tu Dios, que te he sacado del país de Egipto" (Ex 20, 2).

b) El código de la Alianza (Ex 20, 22-23, 33)

Esta colección de leyes y costumbres no se promulgó en el Sinaí; sus preceptos suponen una colectividad sedentaria y agrícola. Data de los primeros tiempos del establecimiento en Canaán, antes de la monarquía. Puesto que aplica el espíritu de los mandamientos del Decálogo, se le ha considerado como la carta de la Alianza del Sinaí y, por esta razón, se le ha incluido aquí, a continuación del Decálogo. Sus contactos con el Código de Hammurabi, el Código hitita y el Decreto de Horemheb no prueban necesariamente una dependencia directa, sino más bien una fuente común: un viejo derecho consuetudinario que se ha diferenciado según los ambientes y los pueblos.

Pueden clasificarse las prescripciones del Código, conforme a su contenido, en tres capítulos: derecho civil y penal (21, 1-22, 20); reglas para el culto (20, 22-26; 22, 28-31; 23, 10-19); moral social (22, 21-27; 23, 1-9). Según su forma literaria, estas prescripciones se dividen en dos categorías: casuística o condicional, en la línea de los códigos mesopotámicos; apodíctica o imperativa, según el estilo del Decálogo y de los textos de la sabiduría egipcia.

Como se habrá podido observar, se da un cierto desorden en la distribución del material; ello quiere decir que se rompió el orden original con subsiguientes adiciones.

c) Normas sobre la construcción del santuario (Ex 25-31; 35-40)

Esta sección corresponde a la tradición sacerdotal y es de los tiempos posteriores al destierro, pero conserva elementos muy antiguos, que se pueden remontar a los tiempos de Moisés, como la construcción del Arca. Esta legislación pretende demostrar la unidad existente entre los diversos lugares de culto: el tabernáculo en el desierto, el santuario de Silo y el templo de Jerusalén.

Concretamente, esta normativa se refiere a la construcción de la tienda o santuario y del mobiliario: el arca, la mesa de los panes, el candelabro, el altar de los holocaustos (25-27), a los ornamentos sacerdotales (28), el sacerdocio y los sacrificios (29), el altar del incienso... (3031). Los c. 35-40 nos cuentan cómo fue puesto por obra lo ordenado por Yahvé en los c. 25-31.

d) El Código de Santidad (Lv 17-26)

Constituye este Código de Santidad el núcleo central del Levítico (c. 17-26). Este nombre se lo dio A. Klostermann, en 1877, porque, en medio de la diversidad de normas, hay algo que da unidad al conjunto: la santidad de Yahvé; lo que exige que los israelitas sean también santos: "Sed santos, porque yo, Yahvé, vuestro Dios, soy santo" (19, 2); una santidad que va más allá de la mera pureza legal y abarca también la rectitud moral, sin la cual la santidad queda incompleta. Este énfasis característico en la trascendente santidad de Yahvé repercutirá marcadamente en toda la tradición sacerdotal.

La compilación de este Código de Santidad corresponde a la tradición sacerdotal y se sitúa en momentos anteriores al exilio (s. VII-VI a. C.). Una edición posterior, con algunas añadiduras, fue hecha durante el destierro o después de él. La temática de esta legislación es: carácter sagrado de la sangre de los sacrificios, relaciones conyugales, diversas normas de conducta, sanciones, santidad sacerdotal, normas sobre los sacrificios, año litúrgico, años santos, bendiciones y maldiciones.

Posteriormente se le fueron adicionando los capítulos primeros del libro; fueron redactados durante el período de reorganización cultual posterior al regreso del destierro. Estas normas se refieren al ritual de las diversas clases de sacrificios (1-7), a la ordenación sacerdotal (810), a la pureza e impureza legal (11-15).

El hecho de que situemos estas codificaciones en tiempos tardíos no quiere decir que no se contengan en ellas elementos antiguos.

e) La legislación en el libro de los Números

También en este libro encontramos elementos legislativos, aunque en forma bastante dispersa. El nombre le viene del censo con que se inicia el libro. Después del censo (1-14), viene un bloque de leyes diversas sobre impureza, oblaciones, nazireato (5-6), ofrendas de los jefes y normas para los levitas (7-8) y celebración de la Pascua (9).

En los capítulos posteriores se reanuda la narración, aunque de cuando en cuando aparecen leyes diversas (15; 17-18; 26-30; 35).

f) Código Deuteronómico

Así es designado el bloque legislativo que ocupa los capítulos 12-26 del libro del Deuteronomio. Este libro consiste en una serie de discursos puestos en boca de Moisés poco antes de su muerte, recordando a los israelitas los sucesos que han vivido desde la salida de Egipto y preparándoles para su nueva vida en la tierra de promisión. Es difícil precisar el momento de su composición.

Este Código reúne sin orden aparente varias colecciones de leyes de origen diverso, algunas de las cuales deben de provenir del reino del Norte, de donde habrían sido introducidas en Judá después de la ruina de Samaría. Este conjunto, que tiene en cuenta la evolución social y religiosa del pueblo, debía sustituir al antiguo Código de la Alianza. Representa, al menos en su fondo, la Ley hallada en el Templo bajo Josías, 2 R 22, 8s. Esta, pues, será la legislación puesta en vigor con ocasión de la reforma religiosa llevada a cabo por el rey Josías, de que se nos habla en 2 R 23.

Las normas contenidas son muy variadas, abarcando los diversos aspectos del culto y de la vida del pueblo. Lugar preeminente ocupa la legislación sobre la unicidad del lugar del culto (12, 2-14), con lo que se pretende eliminar cualquier otro lugar de culto fuera de Jerusalén.

MENSAJE DENTRO DE LA HISTORIA DE LA SALVACION

Hemos visto cómo la legislación contenida en los diversos libros del Pentateuco no corresponde toda ella a un mismo momento ni a un único legislador, como podría parecerle a un observador ingenuo: todo se presenta como Ley de Moisés, quien a su vez la estaría recibiendo de Dios. Esto llevó al judío a una sublimación de toda la Ley; sublimación que, si por un lado, hizo surgir mártires, por otro conllevó consigo graves riesgos.

Sobre este particular escribe León-Dufour: Esta adhesión a la ley constituye la grandeza del judaísmo. Sin embargo, implica diversos peligros. El primero consiste en poner en el mismo plano todos los preceptos, religiosos y morales, civiles y cultuales, sin ordenarlos correctamente en torno a lo que debiera ser siempre su centro (Dt 6, 4s)... El segundo peligro, todavía más radical, está en fundar la justicia del hombre ante Dios no en la gracia divina, sino en la obediencia a los mandamientos y en la práctica de las buenas obras, como si el hombre fuera capaz de justificarse por sí mismo. El NT deberá atacar de frente estos dos problemas.

MENSAJE PARA HOY

La palabra ley es una de esas palabras que, como amor, libertad..., están cargadas de significados y se prestan a ser consideradas desde diversos puntos de vista. Hoy día podríamos decir que no goza de muy buen predicamento; se la enfrenta con la libertad, con la conciencia; como si la conciencia no fuera ella misma una ley: la ley de la conciencia. Habrá, pues, que distinguir leyes y leyes, y habrá que saber colocar a cada una en su puesto. Cuando Jesús reprendía a escribas y fariseos lo hacía precisamente porque no guardaban este orden: "Dejando el precepto de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres" (Mc 7, 8).

Teóricamente habrá que pensar que toda ley está dada con buena intención y buscando el bien común; la presunción estará en favor de la ley. Pero sabemos que las leyes se dan para los casos normales, y que, por consiguiente, puede haber excepciones; hay además una jerarquía de valores, que obligará, a veces, a quebrantar unas leyes para dejar a salvo las de orden superior, como Jesús nos enseñó con su palabra y su comportamiento.


Tirso Cepedal Román. Libro: Curso de Biblia. Claves para leer el Libro Sagrado.